jueves, 23 de agosto de 2012

Dilia Iris Trabajo


  Sustituirá a una boliviana que cuida a un anciano, los primeros tres días la acompañará para aprender, en la Viña, cerquita, ha tenido suerte, después de dispersar el currículum por todos lados. Ya trae experiencia de Barcelona, allí cuidó primorosamente a uno, muchos meses, sacrificada sin salir, es lo que tienen las inmigrantes con la familia allende el charco, sin ataduras, que se prestan por poco dinero y sin cotizar a estos cuidados seniles. Lo de Chiclana fue de chacha en un chalé, de aquí el lío amoroso con el marido y riña con la esposa al destaparse, la agresión ante la que permaneció impasible, si bien le arrebató la cámara que la grababa y la volteó para salir la otra en su estrépito e histeria; habría sido para denunciarla, pero tenía las de perder; es una inmigrante ilegal.
  Entre tanto Fede le habla por facebook, sigue en esa actitud de precisar disculpas, aprovechó para pedirle mi número, si podía facilitárselo a través suya, le dije que prefiero venga a verme al Centro y me cuente en persona. Es claro que me usa para reanudar con ella. Además ha estudiado con detenimiento todo el historial consignado en el muro de facebook, de donde se atreve a decir que tiene tal esto y tal lo otro en común, o sea la insinuación de que el destino los reclama juntos. En verdad está lo de la hermana menor, la misma edad de Fede, treinta y tres años, diez menos que Dilia, su agresividad. El problema desde niña, la violencia como recurso incontrolable que tuvo que contener a menudo usando la propia fuerza después de gastar la paciencia y las razones. Ya de mayor las tiene con el marido, nunca se acabó de curar y dominar los arrebatos. A Fede, a parte que le gustó, lo identificó con la hermana, y por eso pensó que podía reconducirlo. Recuerda una conversación sobre haber tomado clases de kárate, para Dilia la filosofía es pacífica, es decir, no se aprende dicho arte marcial sino como último recurso después que no haya funcionado el talante apaciguador, conciliador, entrañable. Lo dice con conocimiento de causa, además ha sido monitora de otros deportes como el aerobic. Está en forma. Por supuesto, Fede opinaba lo contrario.
  Para Dilia, hondureña algo indiana aunque coqueta y linda, la risa amplia y radiante, sincera, la marcha hacía dos años del ámbito conyugal se debió a una necesidad de expansión interior, a dar salida a la satisfacción de sus inquietudes, su extroversión, su deseo de viajes y exploración del mundo. Quedó la hija dieciseisañera en buenas manos, con el padre, con ambos dos se trata estupendamente, ella le anuncia: "De mayor quiero ser como usted, mamá", así, con el tratamiento respetuoso por delante. El tiempo de Barcelona estudió catalán en una academia, sin mucho resultado, debido a la cortedad de tiempo y rumbo a Sevilla; una hermana estudia inglés en Estados Unidos, a donde marchó recientemente, se ve que ha tocado a la familia el ansia de descubrir otros territorios más allá de Tegucigalpa. En Sevilla hizo un amigo, no rollete, dialogaron mucho, hasta altas horas de la madrugada, entusiasmados. Le ofreció su casa para quedarse, y estuvo un tiempo. Ha estado a pique de acudir allí y aguardar el tiempo de espera a que hicieran efecto los curriculums dispersados por Cádiz, al final no, por haberse adaptado y encontrado acomodo en el Centro.
  Vísperas de entrar a trabajar interna, un largo día de fiesta por delante, Fede extendido todo a lo largo en los sillones del vestíbulo, ha madrugado para venir a verme, o quizás, más bien, para reanudar con ella. El bullicio mañanero no impide que yo intercambie con él para saber de su actual paradero y perspectivas. Para en casa del matrimonio mayor Carmen y Ramiro, con el hijo Ramiro también, en la Candelaria, duerme en el suelo o el sillón, siempre después de la ardua sesión de tele que se prolonga hasta las cuatro de la mañana, está cansado de este régimen, aunque por lo menos está recogido. Va a cambiar de sitio, no dice dónde, lo calla, he ahí al insondable Fede: más allá de sus ojos apacibles, el flequillo ondulado, el andar cadencioso; aquel roce de un espacio protegido, defendido a ultranza. Como tantas cosas que calló a Dilia. ¿De verdad viajará a la Argentina por más que firmara el acuerdo con la Cruz Roja? Allí tiene antecedentes.
  La hondureña asoma ágil, ojerosa, mal dormida. Sabía por el facebook que Fede se presentaría, no está segura de la actitud que tomar, en medio la gente a su bola. Le da dos besos en las mejillas. Luego lo invita de su café soluble con agua y leche. El contacto es intermitente, distraído por la tarea de acoplar la ropa en la maleta, etc. Algo chisma Fede a ella, y después del desayuno acaban despidiéndose y marchándose juntos. La prioridad de ella es el trabajo, me dijo. Es difícil saber si ha presentido, como yo, el sutil acoso de Fede y su tacto para la manipulación. Ya de esto hablamos. El día es largo por delante. A lo mejor le lee la cartilla como en tiempos a la hermana problemática, y lo despacha. O a lo mejor se reconcilian como amigos solo; o como pareja. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Los ronquidos

  En el comedor, al desayuno, desbarra. Por alguna razón, centra su encono en alguien al que está dispuesto a pinchar. Es que no le deja dormir, se diría que conspira contra él deliberadamente, que determinados vaivenes nocturnos están específicamente pensados para mortificarlo a él, y desgastarlo, impedirle el sueño, extenuarlo. Habiéndose percatado, no va a permanecer expectante. Le dará igual acabar sus días en la cárcel. El que se ve arrastrado hacia un lento e insidioso declive, en un rapto de desesperación puede precipitarlo, todo le da igual, su propia perdición sería un desenlace lógico. Al preguntarle una vez, viéndolo apoyado al borde de una mala hostia dinamitera, qué le pasaba, dijo: ¡Que me estoy muriendo! En alguien tan joven, que apenas frisa los treinta, extrañará, e incluso parecerá vanidad esta quejumbre fatalista. Hay que aclarar, aunque ello tampoco lo justifique, que padece el síndrome de Konh, lo que significa que le han incidido en el abdomen para librar por aquí las heces a una bolsa y así la profusión de fístulas en el ano le cicatricen. Cuando aborda el pastillaje y se le cae la tapadera, un blister o una pastilla, blasfema desaforadamente, al no poder agacharse a recogerlo. No es la suya una gordura fláccida, más bien compacta, acompañando a la cólera en los ojos y al verbo pugnaz. De mala gana pide que le ayuden. Una vez debió acudir al hospital en ambulancia, una recaída de su estado, dolores agudos, abatimiento muscular. Después de ser atendido, no quisieron fletarle una ambulancia para regresarlo al punto de partida, esto es, al Centro. Naturalmente, removió a denuestos la abulia hospitalaria, exigiendo lo que entendía su derecho, hasta salirse con la suya. Cuando expresa la quejumbre de que se está muriendo, no lo hace con pena, sino con mala hostia.
  La razón de que quiera pinchar a un compañero de habitación es que no le deja dormir porque ronca. El sempiterno problema de los ronquidos, o quienes no los soportan. Parecerá mentira, una salida de tono; pero no, y no es que el ambiente lo propicie, es la propia frustración furibunda. No se entiende que no lo haga a posta, como si específicamente atentara contra él, el sueño es un estado inconsciente, pero desde allí se puede conspirar contra otro, parece ser. La mala hostia está continuamente redireccionándose, hasta que localiza una víctima propicia.
  Intervengo para apaciguarlo, para imprimir cordura a su desbarre mañanero, zanjemos en este punto el desahogo, muchas amenazas se diluyen si se impone la sensatez y se descargan sobre un objetivo neutro. Pide que le cambie de habitación, imposible porque está todo ocupado, insiste en que dormirá en el sillón del hall, le digo que apure en la televisión a la noche para coger cansancio, dice que ya toma lorazepán, que es la mierda de tío ese con los ronquidos, le digo qué culpa tiene el hombre de roncar.
  Quizás al final acabe siendo uno quien se constituya en el nuevo objetivo redireccionado que encaje su ira y por lo cual vaya a la cárcel.