jueves, 20 de junio de 2013

El hombre primitivo



  El hombre primitivo habita el Centro, el reproche descarnado linda la controversia y la pelea como consecuencia de la desconfianza o la natural alerta defensiva. No importan los favores del pasado, la desmemoria cunde rápido.
  Carita de Plata diariamente, minutos antes de la hora de cierre del Centro, acudía a los porches de la plazoleta de Capuchinos a ofrecer a los durmientes entre cartones y mantas: tabaco, abrigo, alimento, alguna poesía, etc. Cuando se ha quedado en la calle porque ha expirado su estancia, ha buscado un hueco allí al lado de aquellos a los que socorría. Se enfundó en el saco y se acopló junto al viejo. El napias con bigote no paró de traquetear en toda la noche, se levantaba a buscar agua de algún sifón remoto, no le dejó pegar ojo. El viejo a su lado, profusamente envuelto, sin asomar vaciaba la próstata en una botella oculta, el constante chorro hiriendo la noche. Cuando ha conciliado el sueño, el napias lo ha zarandeado y le ha echado la bronca por roncar. ¿Por roncar? Bueno, vale; pero ¿y él? ¿que no paró de molestar en todo el inicio de la noche? El territorio es de ellos por hábito adquirido, así que se muda.
  Al día siguiente duerme en la playa. Se instala al lado de un apilamiento de hamacas frente al Flamingo, bar de copas de la zona de playa, cerca de la Victoria. Trascurrirá una semana. Tendrá el apoyo del dueño: le permite dejar el equipaje en un almacén, acomodarse por allí durante el día, como no, recitar poesía, etc. Hay aquí una exposición de pintura, de los alumnos de un taller que dirige un chico del que se hace amigo. Este le ha pedido una reseña para el periódico. La inspiración le vendrá lo mismo que el día de la muerte de José Luis Sampedro. Se publicará en el Diario de Cádiz y en el Independiente.
  Paso por delante de las mesas de la terraza una noche. Carita de Plata acomodado en una junto al amigo pintor, monitor del taller cuyos alumnos exponen.
  -La acera de los mariquitas es la otra.
  Hace las presentaciones. El otro se despide previo recordatorio de la reseña sobre la exposición. El habla de Carita engolada de la leve y dulce embriaguez.
  -Tú lo que buscabas es un poeta para invitarlo a una hamburguesa.
  Nos metemos en el Burguer King que hay veinte metros más adelante. Lleva puestos un sarape y una gorra. La chica de la visera se impacienta al verlo dudar en la elección, que depende de la generosidad de mi bolsillo.
  Nos sentamos y me cuenta el festival contra el racismo organizado por la APH. Recitó durante veinticinco minutos. Compuso una poesía titulada "la Raza superior". La iniciaba dirigiéndose a la hija de su amigo gitanito de la Viña, de nombre Mercedita, a la cual explica la vergüenza que siente como miembro de esta raza superior; la que sintió cuando viajó a Gabón de turista con su mujer e hijos hace muchos, allí, la madre negra de unos niños que le embelesaron con su alegre juego se les acercó para preguntarles, al reconocerlos europeos, si desearían acoger sin pago ninguno uno de sus hijos. Aquella misma extrañeza e incomodidad de ser extranjero y hacer turismo por unas tierras con un lado misérrimo invisible la sintió trabajando de tour líder para Nouvelles Frontières. Tres eran los destinos a él adjudicados: Egipto, Grecia y Brasil.
  Tampoco ha dejado de recitar y pasar la gorra en el Albahicín o la Isleta. Aquí una noche conoció a la jefa de los As. Soc. que lo emplazó a su despacho al día siguiente. En el despacho lo interpeló sobre el funcionamiento del Centro y su impresión del personal trabajador. Solo salvó la cabeza del barbas, un servidor, lo cual tampoco es mucho decir en favor del Centro.
  -Aunque estés solo tres días recogido, te tiene que dar la impresión de que esos tres días no estás en la calle tirado, lo que no se consigue con un trato castrense ni con la sensación a la hora del desalojo de que te ordenan: ¡venga! ¡a la puta calle!

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