jueves, 21 de junio de 2012

De Madrid y madre portuguesa


  De Madrid y madre portuguesa, el habla rotunda, enlatada, papada y barba de púas, frente prieta, mandíbula ancha, corpulencia de barril y andar de pies abiertos como charlot, aunque no torpón, los noventa kilos precisan una buena base para el equilibrio. La abulia y el cinismo de años de indigencia, de ponerse a pedir en la calle con el cartelito de los cojones, dos cuervos pasando por la plaza de la Catedral: ¡Que pedís pa Dios y no dais ni pa Cristo!, los curas acercándose, depositando con sonrisas beatas. El humor descarnado, sombrío, a Roberto el joven mariquita (que hace ceniceros con latas de coca cola) le presta un paraguas por si llueve, es un hombre prevenido y tiene dos, le dice: Te falta un buen mango, el otro se rebota, ¿Qué?, Que al paraguas le falta un buen mango, Ah, había entendido otra cosa, Ya iba yo a contestarte, el deje acaramelado, melindroso, la lengua prevenida para sacudir como una fusta. No te preocupes, se reafirma Fernando, Yo hablo claro: a ti te falta un buen mango, a mí un buen coño. Roberto le acepta festivo el comentario: Bestia, ahora se dice pussy, Qué pussy ni qué leches, Coño... Luego empalma la adivinanza machista, la voz grave, evocadora, cínica: En qué se parecen las mujeres y las cabinas telefónicas..., En que cuando se termina el dinero, se acabó la conversación...
  En Semana Santa viene sacando a razón de veinte euros diarios, le da para tabaco, comer por seis euros (rehuye los comedores sociales), cafés... En el día se le agota, a quien le pide tabaco, le contesta fosco: Búscate la vida como hago yo... A las cinco de la tarde aguarda la apertura del Centro acomodándose en la silla de la terracita del bar Galicia, el camarero, curtido en la presencia de indigentes, le amonesta: ¡Qué haces ahí!..., Fernando, curtido en la displicencia de quienes defienden sus negocios de la mala imagen (borrosa, desastrada, castigada por la intemperie...), le responde: Un momento, párese, Lo primero: buenas tardes, que por encontrarme en la calle no dejo de ser persona y como tal quiero que me traten... Lo segundo: ¿Desea tomar algo?, Porque si es tan amable me trae usted un cafelito bien caliente... El camarero no solo le pide disculpas sino que no le cobra al cabo de la hora que es cuando él se levanta cansino como una grúa chirriante y pesarosa para dirigirse al Centro.
  El asistente social le ha dicho que tiene derecho a una paga, la RAI, por mayor de 45 años, demanda de empleo de más de un año y exclusión social, manda cojones que lleva dos años de demanda, otros tantos de albergues y siempre le dijeron la paga de los 52 años y ahora por fin uno le aclara la de los 45 años, que yo no estoy en la calle porque quiero, que demando empleo, que te lían, se pasan la bola, no te hacen ni puto caso. Le ha dicho que le permitirá la estancia en el Centro el tiempo que haga falta hasta que se la gestione. Chapó por sus cojones.

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