lunes, 2 de julio de 2012

Golpe franco en la cabeza

Golpe franco en la cabeza
y amanece muerto
en la parada de bus de Plaza España.
La Policía Local
cursa los trámites
la manta sobre el bulto.

Aquel territorio mítico
(¿no es mítico para un alcohólico?)
lo recorría
los amaneceres del fin de semana
hacia la punta San Felipe
el efluvio desperdigado de los jóvenes
aún trascendiendo las botellas de whisky
y los vasos recostados
con derramamiento de espuma
de cerveza.
Inspeccionaba los restos:
aquí un beso, aquí una vomitera, aquí un
asombro de amigos, aquí un comadreo de chicas,
y entre alientos aun errantes de la noche
de marcha
del fragor juvenil que tolera
altas dosis
él sondeaba un culo de botella
un vaso
y tragaba.

Territorio mítico y alucinado
conmiseración de los diálogos extintos
que se postraban reverencialmente
para dejarlo interrumpir
pedía paso
no importaba qué contestaran
estaba sordo
tampoco le hablaban
solo eran restos imaginarios
que su mente entablaba
reconstruyendo los hechos
de la noche apetitosa.

Empezó joven a beber
aunque no tan amigablemente
no tan social departir palmadas
en la espalda
deja que te cuente
la sordera sin gradación ¿eh? ¿eh?
(nunca fue al otorrino).
El rostro asimétrico, dislocado, la nariz
chafada, curva arriesgada del tabique,
los ojos apagados
como los de Rocky Balboa pero
sin chulería perdonavidas
¿eh? ¿eh?
Cuánto costaba comunicarse;
y para encarrilar los gritos señalaba
la oreja peluda
el pabellón pordiosero.

Diez hermanos
cuatro le pagaron durante años
un trastero
de cien euros mensual
en Armengual
hasta que un día halló un candado
y sus cosas engullidas por
el impago
sin poder rescatarlas.
La casa de los padres en Santo
Domingo de la Calzada
sin poder usarla
porque prosperó su venta
a un extraño.
Los hermanos no le aguantaron
pese a los intentos sucesivos.
Ay, el apego al alcohol
¿yo alcohol? ¿yo? ¿eh?
¿eh? ¿eh?... ¿qué?
de desintoxicación nada.

Dando tumbos por su territorio
mítico (Región de Benet, Condado
de Faulkner, Argónida de Bonald)
el baluarte de San Felipe
tan propicio apéndice urbano
ventoso y rompiente de la bahía
apartado del sueño de los justos padres
para que los hijos descunados destetados
se distraigan
con alharacas raperas y psicodélicas
como todos hemos sido
quién canta su sordera itinerante
sino ellos
premiándolo ese esparcimiento
un culo de vaso, una botella
un golpe franco en la cabeza.
Dupazo. José Cano.
57 años.

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