Puso toda la ilusión
en un escrito de bienvenida. Una de sus habituales poesías; tan rudimentarias.
Antes de entregarla en mano a la que había pasado unos meses enferma, anduvo
nervioso, buscando el momento idóneo, rondando la puerta del despacho, retirándose
cuando ya casi se había decidido. Al entregarla al fin, recibió de ella, por
toda respuesta, una mirada fría, casi despectiva, hastiada. Él no comprendió; o
quizás sí. Y regresó nuevamente a su hermetismo.
Había decidido
surgir de entre los rastreros comentarios, siempre pringando en torno. Lo hizo
como mejor sabía. Componiendo un escrito con destellos de ruda y brillante
poesía. El rechazo le convenció de su áspera filosofía; de la amargura de su
situación; del sentimiento resentido de una creencia frustrada; la desilusión
de vuelta.
En su situación, tan
importante son los detalles…
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