Ella es su motivación:
la pequeña;
la lleva de paseo y a
jugar al parque.
Los otros tres están bien
colocados
salvo el menor, de quince
años,
que está en un centro de
menores.
El rostro está así como
tiznado y es
áspero. El cuerpo, sin
embargo,
es esbelto, las piernas
torneadas.
El rostro feo, el cuerpo
bonito. El
rostro es también el
reflejo de los
vapuleos del alcohol
y las duras relaciones
pasadas.
Hoy ya está en paz
consigo misma.
En paz y pidiendo en la
calle Compañía
con un cartón que pone:
cuatro hijos.
Y leyendo un libraco de
mil páginas,
encajadas unas gafas que
le dan aire intelectual,
las piernas dobladas
mostrando su
suave moldura.
Los turistas pasan a
raudales por su lado,
desembocando en la plaza
de las flores:
en los kioscos y puestos
de cueros y baratijas.
Luego por la tarde irá a
"la Curva"
donde una tía cuida de la
pequeña
y pasa con ella,
en el parque a la espalda
del enorme
edificio azul,
la tarde.
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