miércoles, 6 de noviembre de 2013

Han sido cinco años

  Han sido cinco años de cuidados y ahora ella no lo mira mientras va del brazo de otro en los paréntesis que le concede su enfermedad. La madre de su hijo. La de los tiempos encamada expuesta a vómitos y convulsiones que él aliviaba día y noche. Eso es para pasarlo. La fidelidad y el encierro porque la había querido y no la iba a abandonar pese a los desprecios y vejaciones.
  -Ahora tienes que pensar en ti -le aconsejaron las monjas.
  Porque en él ha arreciado su propia enfermedad: esquizofrenia.
  Durante la venta ambulante de pescado que arramplaba en la lonja del muelle, la de la madrugada, la de pescado blanco, le dieron ataques, que, en su caso, se manifiestan con violencia. La policía le sosegó más de una vez, con buenas maneras, ya que su porte fortachón es también de nobleza y honesto medrar.
  Es que un pequeño problema lo agranda, lo magnifica, lo hace bola de nieve, nieve de púas que atropellan. Así opera la mente, traidoramente, en estos casos. Si presiente los síntomas se pone en guardia, toma precauciones, se aleja, busca oídos compasivos que le aguanten la inestabilidad de las palabras.
  El risperdal. Sí, también; la pastilla de los cojones. Después que le cedan la casa que las monjas le han prometido, regresará al psiquiatra. Igual también hay algo para el olvido de aquella mujer que enflaquecía, regurgitaba las entrañas, se moría y hoy le desvía la mirada, parcialmente recuperada y junta con un drogadicto. No quiere de él su pena. Mala interpretación le quedó tras cinco años de cuidados serviles que a él le han dejado escacharrado del coco.

2 comentarios:

  1. Desde luego q sin comentarios...no quiere de el su pena.

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    1. tampoco él quiere de ella su agradecimiento por el tiempo q la ha cuidado... pero menos áun su menosprecio...

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