Ese
hombre es un hombre sabio
envuelto
en una nube de tabaco
permanente
que
es el aura de su memoria disuelta y densa
condensada
en un habitáculo reducido
donde
figura enfrente una pantalla que lo distrae
con
seriales de risa y enredos
siempre
el mismo canal por no perderlo debido a la impericia
con
los botones
que
le impone la ceguera.
La
política y la religión ya desterradas por resueltas
en
su nulidad o su indesplazable convicción.
La
espera de la muerte sin miedo, incluso con desparpajo,
entereza
y sorna.
Las
taras dejándolas venir, asentarse, proliferar, concomerle
sin
que el dolor doblegue su condición de guerrero espartano
terco
y austero como pobre y disoluto que decidió ser hace cuarenta y cuatro años
cuando
abandonó la próspera carrera de garbancero
para
vivir sin dinero en el bolsillo
para
trabajar esforzadamente en los más varios oficios
y
luego gastar y ser libre y hacer el bien lo que pudo y calentar
las
espaldas de más de uno bravucón y usurero
y
amar a tres o cuatro mujeres de corazón
y
a un centenar de pago putero
y
predicar en los bares y tascas más recónditas y fascinar su
enérgica
personalidad
y
fastidiar con tretas a los déspotas
y
viajar dejándose llevar como la tierra que abona las
raíces
y arranca el viento para nutrir el monte o el tajo
o
la cañada o el bosque o la arboleda
siendo
socorrido en monasterios y centros de acogida
cuando
lo precisó
o
por la buena gente de los caseríos o barriadas
que
luego recibieron a cambio apuntes de su saber de mundo.
Geografía
caminante, historia y filosofía no intelectualista
todo
arracimado entorno suyo ahora volátil en el denso humo
que
le contiene
último
vicio
invicto
de las recomendaciones médicas
libre
en su audacia contra la muerte
temeridad
desdeñosa junto al calefactor incandescente que le pisa la manta
y
pudiera prender
y
es malísimo contra la circulación y la incipiente necrosis
que
da igual
dejando
en pañales el que desmiente a los testigos de jehová
con
su sola actitud indomeñable (ya no los aguanta)
siendo
el amigo
el
verdadero y pragmático enviado según sus cálculos apostólicos
al
que medianamente obedece
para
no consumirse por entero
y
prestarle de esa soledad amiga que lo acompaña en los días
las
tardes, las noches, las madrugadas
el
reposo apacible, la quietud colmada de chasquidos, los pasos improbables,
las
respiraciones durmientes
los
insectos, los brillos artificiales
a
la espera de una resolución de su expediente
sin
mucho dolor y sin dejar huella ni empañamientos ni molestias
dejándose
ir sin fruición y con altura
siempre
observando con sorna a quienes se movilizan a su alrededor
por
hacerse buenos y perpetuarlo
en
su estatuaria sabiduría de ciego terco aguerrido indisciplinado
humilde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario