sábado, 12 de enero de 2013

Callo hembra



  La explicación de Juan S., ese robusto y bajito geiperman, es que se trata de un callo hembra, aquel que se le reproduce con las botas de soldado. Si fuera callo macho, con una vez que se lo hubiera quitado (arrancado de cuajo con los dedos y uñas) no se habría reproducido. Pensó en acudir a un podólogo y explicarle su situación desfavorecida para que le interviniera sin cobrarle, de manera altruista o caritativa. Mejor sería así, que no, explica, dejarse intervenir y luego a la hora de pagar irse aduciendo los mismos argumentos. Le parece tan natural que su rostro irradia candidez, el callo hembra solo podrá ser cercenado por un experto, un podólogo, que además conocerá la gravedad y molestia del mismo, y él, sin dinero, abundará en una petición piadosa y humanitaria.
  Un trabajador social, llámese équis, es el culpable de que no haya percibido el salario social: se empeñó en que no le pertenecía y perdió el precioso tiempo de dos meses de demora, sin lo cual, ya lo habría cobrado. El rostro se le congestiona de rabia al recordarlo, ha debido encontrar ya uno que sí se lo haya tramitado, lo cual demuestra la razón que tenía. El cabrón.
  Es difícil saber si alguna vez llegará, pero si su convencimiento es tan veraz como la tediosa disertación sobre la reproductividad asexual de los callos hembras y la castidad de los callos macho, es probable que no llegue nunca. Es inentendible en alguien joven, lozano, fuerte. En alguien que, al cabo de los días, tiene la feliz ocurrencia de no insistir en calzarse las marciales botas de geiperman y cambiarlas por unas menos rígidas, lo cual redunda en un indoloro roce del callo desgajado a uñas y, por lo visto, su refrenada fertilidad, pues parece haber dado con la solución.
  Hace dos años vino con otra pareja, Clotilde, y la asociación fue productiva en el sentido de rascar días y semanas de estancia con buena compostura y reblandecidas súplicas al buen hacer de la asistenta social, en contraste con esa otra faceta de pendencieros al nivel de los "desapartados" como ellos. Impusieron su despotismo, sobre todo ella, respaldada por él, en territorios comunes como el de la televisión y las duchas, a parte del comedor de las monjas. Solo alguien como Bienvenido, el ex legionario y ex carcelario de nariz ladeada, no se arredró, y en la plaza Macías Retes les cogió por banda y les echó un rapapolvo que los hizo temblar, porque habían avasallado a un ser débil que era amigo suyo. La presunción que Clotilde hacía de su pareja geiper aflojó desde entonces. Finalmente se esfumaron dejando un reguero de aversores.
  Esta otra pareja, Verónica, es bien distinta, e insufla una ingenuidad y hasta bondad sospechosa. No es mala influencia como la otra. La asociación simbiótica da resultados, y aunque ella ha hecho planes de okupar una casa, y los ha compartido con futuros socios, al final le puede el mal que le pesa y el beneficio que le procura seguir los dictados de los profesionales. Es verdad que la han operado de un quiste ovárico. Mejor. Es aproximado a la verdad tanto como contradecir a Juan S. de la diferencia entre quistes hembras y quistes machos, siendo el primero el que fatalmente reitera las hemorragias. En este caso bien que preserva la intimidad de su pareja.
  Los extemporáneos ingresos en el Clínico de Puerto Real no son por las hemorragias sobrevenidas por un aborto inducido por violación (solo hubo un ingreso a los tres días) sino por las ideas suicidas que sobrevienen a su compleja mente. Ella se ha comprometido con los profesionales (y solo así tendrá prorrogada su estancia y atención clínica) en ingresar voluntariamente cada vez que presienta uno de tales episodios. El más serio que sufrió data de 2006, en que entró en coma por sobredosis de benzodiacepinas.
  Los términos psiquiátricos para describir los rasgos de su mente que animan esta propensión son espeluznantes: trastorno límite de la personalidad, ideaciones autolíticas, estresores múltiples desde la infancia, ex politoxicómana, estrés postraumático, etc. El beneficio del internamiento y subsiguiente regulación medicamentosa se perciben a su vuelta y reencuentro con Juan S., no solo su pareja sentimental, sino su refuerzo en el equilibrio emocional perdido en los tiempos inmemoriales de su infancia, al desestructurarse la familia. Entre otras perversidades de la mente, la noche no le deja dormir por acosarla pesadillas vívidas y terroríficas, lo cual la hace coincidir de madrugada en el fumadero que constituye la puerta de la calle con Juan Menacho, insomne por otros motivos: el efecto disipado del alcohol que ingirió antes de acostarse (los temblores de manos lo demuestran).
  El efecto beneficioso del seguimiento a que se presta se percibe sensiblemente con los días: está menos inquieta, más apacible, más calma. El apoyo del geiperman afable es incuestionable, caracterizado de forma muy distinta respecto a la última vez y su última pareja, por lo que poco importa que salvaguarde su privacidad con retóricas explicaciones sobre los quistes hembras y machos, de comportamiento muy similar a los callos hembras y machos. No dudo de que fuera capaz de hasta convencer a un podólogo de la pertinencia de una intervención desinteresada de un quiste ovárico.

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