lunes, 21 de enero de 2013

Fede voló a la Argentina



  Se reconciliaron, y al tiempo de partir Dilia le hubo prometido seguirle, tomar un avión más adelante. En el aeropuerto de Jerez se besaron, "mi amor", masculló él por enésima vez, plantándole una mirada de dulce fiereza. Dijo no comprender qué clase de ponzoña le había inoculado, jamás había estado tan enganchado a una mujer, tan colado, por lo cual se volvía celoso y agresivo hasta atosigarla para obtener la relación de sus movimientos, en cada punto clavando un hito de sospecha. En compensación ella se sentía protegida en aquel entorno de alimañas, nadie se le acercaba a flirtear estando él, mucho se guardaban de bromas y tonteos; ya lo decía Laura, la salmanteña de ojos-platos: a la mujer que ven sola la pretenden desde un machismo anacrónico.
  Ahora Dilia ha encontrado un amigo, no al estilo de Fede, aunque bien que le hace planes de viajar juntos, de montárselo en otro plano. Es joven, pecoso, propicio para proteguerse de los que babean alcohol y manosean, los hay simpáticos, claro, en vías de desintoxicación, como el Tito, cuya sola fealdad espanta (le oyó decir: Mollete necesito, Qué mal está la cosa). Lo que quiere de este joven amigo es evitarse los acosos, nada como se piensan de que va de un hombre a otro porque sí, maledicientes, emocionalmente todo le recuerda a Fede, cada lugar, cada rincón, y no podría verse reproduciendo las mismas escenas de amor en el mismo entorno con otro distinto. Sabe que era un cabrón; pero le nació el amor, sin querer, incluso de su acoso, aquel contraste mayúsculo entre ternura y violencia. La hermana que tenía un carácter díscolo, intemperante, le sirvió de reflejo, la evocaba de continuo, lo comparaba a ella: Mi hermana te hubiera zurrado, le dijo una vez, enfrentando en la imaginación dos caracteres tan fuertes.
  De regreso del aeropuerto encontró que habían robado la tienda de campaña, cabrón, tuvo que disponerlo él mismo, que revelaría el escondite al que detuvieron a los dos días, su amigo Luis, el del perrito, menuda clase de amigos que no le desvelaba qué se traía con ellos, no solo parecían aprovisionadores de hachís para el consumo (a ella no le molestaba esto, si no lo profería pues así se calmaba)...
  Allá en Neoquén se ha instalado en un piso, gracias al padre, por fin se dejó ayudar, a ella le dice por facebook que la espera, que la extraña, LA EXTRAÑA, con mayúsculas. Dónde fraguaría ese carácter enigmático tan poblado de lagunas, de vacíos sin rellenar, no suelta prenda si no quiere, a lo sumo unas palabras de escurridiza liviandad, parece que hubiera sido entrenado por un servicio de inteligencia, el israelí, de cuando estuvo en el ejército, sabe callar, dilapida lo que esconde su memoria y sin embargo nada olvida, es tan retentivo, tan observador, tan se fija en cómo un nuevo presentado mueve las manos, los ojos, la boca..., que diagnostica si es de confianza o no, y acierta. El hermano informático le vació al padre las cuentas bancarias, es difícil adivinar en su caso cuál es su astucia, cuál su habilidad, cuáles los ardides que le han bragado. En Neoquén quiere que se reúnan, Dilia se lo prometió, dame tiempo, siempre que le pagara el pasaje, Honduras es mucho más barato, descartado el procedimiento de expulsión, según lo apuntado por el abogado de la Cruz Roja. Fede no puede pisar España en tres años, ella en diez, si aceptara. No descarta la posible vida de pareja, pero hay tanto que en realidad no sabe, que es pura y simple intuición. La prioridad ahora es marchar a Burgos, ya le dijo que allí tiene alguna familia, probará a ver si encuentra trabajo, será después de una cita médica que le mire el brazo, no sabe por qué le duele, consiguió una tarjeta de atención sanitaria por un año.

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