miércoles, 2 de enero de 2013

En este día tan especial


En este día tan especial
lloras amargamente en la plaza de San Francisco.
La ciudad ha trasnochado de uvas y champán y tú madrugaste
para pensar en una vía del tren donde desparramar el sinsentido
de un novio que no responde a tus llamadas y un amigo que, de su
parte, no acude a trasladarte al Hospital donde convalece.
Tan lejos no está Huelva
y la alegría de las noches colombinas
con las amigas descocadas a ver si ligáis
(me enseñaste la foto en el móvil; noté tus uñas
comidas, imperdonable en unos dedos tan finos).
El pelo alborotado envolviendo ese equívoco rostro triste y simpático
y tu voz parlante de camarera o pizzera sofocada por un gemido.
Marchante y su simplicidad y nervios de ex consumidor de droga te acompañó hasta aquí
porque se suponía que en la iglesia señorera había un cura que repartía vales para comer y
pudiera pagar un viaje. Te ha dejado a su pesar
porque ha recordado atolondradamente que firma en el juzgado
los días uno y quince de cada mes,
y hoy es uno de enero,
sin falta al de guardia en San José.
Bonita te piropeó el Tito y tú diste un gracias desacomplejada y musical.
Salas reparó en que apareciste cargada con las únicas bolsas
de dura tela que permiten en los centros penitenciarios (porque no contienen potenciales adminículos
que trasformar en armas); en ellas llevas descoloridas ropas de primavera y verano.
El día es largo, húmedo de la lluvia nocturna y claro del desplazamiento nuboso, hasta las seis
con la brújula desarbolada, hora de reapertura del Centro, tan desapacible ámbito.
Y solo diez euros en el bolsillo que alguien –yo- te ha dado,
para empezar a gastarlos en un bocadillo relleno de lágrimas.

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