La jefa
de As. Soc. dio un telefonazo y Carita de Plata está acogido en el Centro por
unos días, pisando el de su cumpleaños: 57. Reposa la mirada triste sobre el
cajón de portería, en la sala de televisión una película intrascendente que
provoca comentarios vocingleros que hay que acallar. Los mosquitos nos
sobrevuelan, realizando un ataque encadenado. Tiene planes para mañana, día de
su cumpleaños, los cuales me traslada, por si puedo apuntarme a algunos. A las
dos de la tarde, una cap en el Albahicín: una especie de sangría refinada, a
base de rioja, quantró, etc. Ha convocado a una veintena de amigos. A las siete
y media la continuación en el Flamingo. Está animado. Le muestro un par de
libros de poemas que he sacado de la biblioteca. De Mario Benedetti lee
"una mujer desnuda y en lo oscuro", y recuerda la versión de Serrat.
Es un experto declamador, acomodándose a la apacibilidad del momento, sin
volumen ni estridencia, con modulación y sentimiento. Los versos en su voz algo
cascada son densos y tangibles. De Claudio Rodríguez lee sin llegar a
terminarlo "lo que no se marchita", retrotrayéndolo a la infancia.
-Decía
Borges que la patria del hombre es su infancia.
Y yo
principio confusamente unos versos de Machado que él retoma y recita de memoria
hasta el final. Es el poema "Retrato".
-Desconocía que fuera tan largo -apunto al acabar.
Recordamos el polo opuesto del periplo vital de Antonio Machado, la
marcha a Francia por la guerra, bordeando la costa levantina. Cuenta que cuando
presidía la Asoc.
Cultural en Madrid montaron una representación sobre el
mismo. Entonces colaboró el actor Manuel Galiano, el que debutó en la Tv en el programa de Narciso Ibáñez
Serrador con la historia de Edgar Allan Poe "El reloj". Aquí hacía de
sirviente del judío relojero al que llegó a sepultar vivo.
Por la
mañana toca café en el Club Caleta, es una buena forma de iniciar el día de su
cumpleaños. Se nos une Paco, unos cuarenta años, alto, ampuloso en los gestos y
el habla, de corte amanerado pero con hijos. La camisa verde claro con un
dibujo fosforescente, viste con gusto. Lebrijano que ha vivido en Canarias
muchos años, trabajando en hostelería. Es un experto cocinero. Lo conozco de
hace tres años, ha perdido un trabajo en Jerez porque ha recaído en la cocaína.
El programa a que se sometió muchos años le sirvió, habla bien de él, pero se
han combinado circunstancias adversas, cuyo golpeo y frustración no ha podido contrarrestar
de otra forma. Carita de Plata habla mal de dicho programa. Eleva la voz
mientras caminamos por la calle Virgen de la Palma. La discusión se
prolonga hasta que llegamos al Club. Con voz áspera y gruñona:
-Estuve
20 días y al psicólogo le acabé diciendo: ¡Yo no he venido aquí a recibir un
curso de mala educación!
Paco
defiende que le sirvió para conocer muchos aspectos de sí mismo, pues la droga
es una consecuencia de debilidades que desconocemos y es necesario reforzar. La
de él igual tiene que ver con raptos de violencia como el que le obliga a
personarse mañana en Sevilla a un juicio por amenazar a un hermano suyo durante
una boda. Estaba en sus menesteres de cocinero cuando apareció aquél achispado
y le propinó una bofetada sin más. Con el cuchillo de trocear pollo que asía en
ese momento se revolvió contra él. Dice que al contener su arrebato, lo
descubrió en la mano, como si se lo hubieran puesto allí. Avisaron a la Guardia Civil. Da
por sentado que la resolución del juicio le será favorable.
El Club
Caleta está sofocante, serán los motores de los refrigeradores que despiden
calor, el aire solo se renueva por la puerta, no hay ventanas. Las mesas que al
medio día se sacan para servir pescado fresco a los forasteros y turistas están
apiladas de forma desordenada. En la barra se acoda Jesús Moreno con un café,
compañero de habitación de Carita de Plata. De noche lo escucha respirar con un
ruido de tuberías que pierden agua; así se le va la vida; le menos de un año, y
eso que es joven.
Nos
acomodamos en el poyete de fuera, cara a la playa y las barcas. Carita hace
alarde de conocer gente. Le saludan llamándolo artista. También él saludo a un
viejales que camina por la playa. Dice que todos los días del año se toma un
baño mañanero. Él le imitará dentro de un rato.
El padre
de Paco casualmente ha publicado un par de libros de poesía en Lebrija. No es
el estilo de Carita de Plata, cuya barba de gnomo gigante exhibe algunos pelos
enhiestos que temblequean mientras habla. Se autodenomina poeta público. Algo
así como las putas, pues se siente más desnudo sobre el escenario al recitar
una de las sus poesías que si hiciera un striptiese.
Después
de dar cuenta de los cafés y las tostadas de foie gras Carita de Plata
aprovecha una ausencia de Paco para reiterar una petición que me había hecho
por bajinis antes de salir del Centro. Lo del préstamo. Claro; quién iba a
costear los vinitos para celebrar su cumpleaños. Y además que necesita recargar
el móvil para llamar a sus hijos.
Paco y
yo hemos dejado a Carita de Plata en el Club Caleta y antes de auparme en la
bicicleta para alejarme me pide prestado para el viaje a Sevilla mañana.
Decididamente la banca está en crisis.
Es de
noche y la tristeza se cierne sobre el cumpleañero de barba abundante y blanca.
De veintitres amigos convocados en el Albahicín asomaron solo dos. Luego por la
tarde en el Flamingo estuvo más animada la cosa. Recitó, y entre sus oyentes
estaba el padrastro del pintor que lleva el taller cuyos cuadros de los alumnos
se exponen allí. Es profesor de literatura en un Instituto.
Pero fue
peor que no le llamara ningún hijo por teléfono. Raro es olvidar esta fecha.
Usó el suyo para contactarlos, y tampoco tuvo éxito. El abatimiento se observa
en su rostro, enrojecido por la carga del día, copiosa de vino, porros y
éxtasis recitativo, con guitarrista de fondo.
Sí le
telefoneó Francesca, que trabajaba en la Isleta y marchó a Italia. Lo hizo desde Padua; no
marchó con ella aunque se lo ofreció, porque está decidido a quedarse en Cádiz.
Ya la asistenta de María Arteaga ha accedido a empadronarlo aquí tras los
intentos de convencerlo de que si lo hacía en Valladolid, a donde vivió el
pasado año, optaría a una paga. Prefiere renunciar a la paga. No le van a
imponer a su edad dónde quiere quedarse a vivir.
Francesca ha sido un amor. La echa de menos. No tiene miedo a amar,
aunque el amor comporte dolor. Desde que nacemos, explica, nos acostumbramos a
ser amados, sobre todo por la madre. Y conforme crecemos y nos angustia el
hecho de vivir queremos seguir siendo amados; es una gran preocupación; por eso
repelemos a quienes no nos aman. Él en cambio ha descubierto el valor de amar
en una sola dirección, sin esperar nada ha cambio. Ha descubierto que la
acumulación de tanto dolor causado por amar sin manejar el freno de mano da al
final una gran paz interior. La calma del sabio. De Francesca lleva en la
muñeca una pulsera de tela que le regaló con su nombre. Está algo deshilachada.
Hubo una
noche que durmió en su casa, la única, a pesar de que le había ofrecido
alojamiento permanente. Fue la que abandonó el Centro por la amenaza de su
entonces compañero de habitación José Luis Listán, actualmente un bulto
aposentado en Canalejas. No le temía, sencillamente evitaba problemas: la
sorpresa de un ataque nocturno con la navaja que mencionó llevar, aunque no la
mostrara. No había otras camas desocupadas y el otro vigilante desestimó
permitirle extenderse en los sillones del hall. Se presentó en la Isleta y al grupo de
conocidos le espetó: "No tengo dónde dormir esta noche." Recibió
cuatro ofertas; aceptó la que más gusto tenía.
De
alguna manera conviene conmigo en que le gusta poner en la picota a la
humanidad. Es decir, a la humanidad de su más inmediato entorno. Exponer un
problema que le atañe, o que atañe a alguien por quien se preocupa, y esperar
la reacción, si la hay. La reacción humanitaria. Así es cómo recibió un colchón
del gitanito de la Viña
cuando eventualmente durmió en un local, reaccionando el primero de un grupo
numeroso. O cómo encajó la negativa de un compañero conserje de abrirle la
ropería fuera de horario para buscarle una camiseta al napias que duerme bajo
los porches de la plaza de Capuchinos. El día que durmió en casa de Francesca
fue una reconfortante e inigualable reacción humanitaria.
-En
efecto. Soy como Zeus, que se disfrazaba de hombre para ponerlos a prueba y
decidir si merecían su favor.
Por las
barbas y el tridente de los dientes yo lo hubiera asemejado a Poseidón.
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