viernes, 25 de mayo de 2012

Dione. Tarjeta residencia

Había visto otras figuras negras
por la calle
y me entretuve en observar con disimulo
si alguna fuera él
a veces entre grupos de amigos blancos
otras en una pachanga de fútbol,
con una pincelada carbón basculando,
otras entre los vendedores ambulantes
de cueros y gafas.

Esta mañana sí era él,
nos cruzamos desde aceras opuestas,
atendemos la respectiva estampa,
como si él también hubiera tanteado en
otras siluetas este encuentro,
son varios segundos de indecisión
hasta identificarnos
y cruzar yo con la bicicleta.

La casualidad de un clásico la tarde anterior,
nos brinda el tema,
- Me acordé de ti anoche. Me dije: estará
pegando botes...
Los aspavientos y mohines ampulosos, emotivos y
calmos, me los esperaba,
es intratable al defender a su equipo,
todos fieros argumentos en contra del sempiterno
rival.
- ¿Dónde lo viste, en Cardjin?
- En Puerto Real
Imagino un efervescente grupo de senegaleses
frente al televisor, esta vez no un chamizo en Dborno
con una parabólica en el techo.

En cuanto a él...
- Gamberro...-le tengo que endosar, por haber faltado
a una cita médica para la rodilla.
- Me dijeron un día, y luego era otro.
Es lo que le ha obligado a abandonar el Conil B, ya
quería el entrenador hacerle la ficha pero las molestias
eran insoportables.
- Los viernes jugábamos contra el Conil A, y yo metía
muchos goles.
Me pregunto si alguna vez demostrará que sus simpáticas
fanfarronadas no son tales. Lo mismo al decir que él no
hubiera fallado lo que falló el bota de oro. El acento
de un entusiasmo pueril, extrañamente convincente.

Le han aprobado la tarjeta de residencia.
- ¡Enhorabuena!
Mi efusión es sincera, nos apretamos la mano, su dentadura
marfileña destella a contraluz del sol mañanero.
Hace dos semanas. Ahora en Luz y Agua le han hecho autónomo
y le pagan dos meses de impuestos, él se tiene que buscar la
vida, hasta ahora sin éxito en la venta ambulante. Al cabo
del año tiene que acreditar seis meses si quiere renovarla.

Le observo menos delgado, dice él que no, no come, no lo
necesita, apenas cuatro caldos se malcocina en Cadjin, y
los cafés con pastas de Luz y Agua. En los Fosos sigue
yendo a algunas pachangas, sin forzar la rodilla, claro,
no la fastidie del todo; la izquierda, que aunque es diestro
también la maneja.

Nos despedimos y él camina botándole la mochila al hombro,
el aire de dromedario del desierto, con curiosa vestimenta
colorida que es como una tentativa estrafalaria de
occidentalizarse en la moda. O es la moda de los juegos
de barrios, o entre chozas, o de los mercados, cada vez
más rácanos en turistas.

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