miércoles, 12 de diciembre de 2012

El sol del amanecer.




  El sol del amanecer, las nubes que cobran un tinte carmesí, el mar que pica espumoso, en constante batida de los bloques del Campo del Sur.
  El drago del parque Genovés, los gansos que se echan a nadar o se atusan las alas, la cueva de piedra, los niños en el parquecito, la abigarrada composición de árboles, ejemplares de todas clases que entreveran sus copas y dan sombra a los senderos de tierra, el paseo principal con sus pinos recortados con moldes de peluquería canina.

  El relucir de estos paisajes inunda sus ojos solitarios, es como si fueran recién descubiertos, recién plantados ante unos ojos núbiles, reclaman ser interpretados y por eso en un blog de dibujo intenta reproducirlos con lápices de colores. El resultado es tosco, descolorido, borroso en algunos casos. Pero la gente se los alaba, y él, irónico, los ve excesivamente obsequiosos; es el primero que los descalifica: Si son una mierda. Yo disculpo a la gente: Lo dicen para animarte.

  Su vida ha estado marcada por el alcohol, silencioso veneno, droga envejecedora a ritmo vertiginoso, secuestro de la voluntad, sierpe estranguladora. Abatido en las calles, defenestrado por la familia, ahuyentado por la falta de trabajo, consumidor de peñas, repudiado de vecinos, maltratado de jóvenes botelloneros (le rasgaron la ropa con una cuchilla de afeitar, lo dejaron en calzoncillos, tirado sobre un charco, embriagado en un cuasicoma etílico y apaleado...). El tiempo de resucitar parece que ha llegado, sale vestido de chaqueta a los grupos de Luz y Sal, a los grupos de ARCA, a los paisajes que plasmar borrosamente en un portafolios. En el maletín dice que, además, lleva los billetes: humor irónico, pudoroso, retraído, de los que no quieren destacar y ahora entienden que la dignidad se comienza a repescar asumiendo el propio arreglo, aseo, autoestima, correspondencia al profesional (aunque sea solo esto) afecto (por algo se dedicarán a ello, aunque les paguen). Curiosamente siempre hay algo que no encaja, un detalle que lo descarta como ejecutivo: ese deambular por los parques, ese quedarse absorto contemplando el amanecer, la mirada alicaída, el pelo descuidado, el bigote a lo Groucho Marx sin mesar. Ni una gota más o si no volverá a caer en espiral por el precipicio del ahogo que golpea como meteoritos de imágenes que se estrellan, flagelan e hieren en su despedida de la lucidez peregrina.

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