El sol
del amanecer, las nubes que cobran un tinte carmesí, el mar que pica espumoso,
en constante batida de los bloques del Campo del Sur.
El drago
del parque Genovés, los gansos que se echan a nadar o se atusan las alas, la
cueva de piedra, los niños en el parquecito, la abigarrada composición de árboles,
ejemplares de todas clases que entreveran sus copas y dan sombra a los senderos
de tierra, el paseo principal con sus pinos recortados con moldes de peluquería
canina.
El
relucir de estos paisajes inunda sus ojos solitarios, es como si fueran recién
descubiertos, recién plantados ante unos ojos núbiles, reclaman ser interpretados
y por eso en un blog de dibujo intenta reproducirlos con lápices de colores. El
resultado es tosco, descolorido, borroso en algunos casos. Pero la gente se los
alaba, y él, irónico, los ve excesivamente obsequiosos; es el primero que los
descalifica: Si son una mierda. Yo disculpo a la gente: Lo dicen para animarte.
Su vida
ha estado marcada por el alcohol, silencioso veneno, droga envejecedora a ritmo
vertiginoso, secuestro de la voluntad, sierpe estranguladora. Abatido en las
calles, defenestrado por la familia, ahuyentado por la falta de trabajo,
consumidor de peñas, repudiado de vecinos, maltratado de jóvenes botelloneros
(le rasgaron la ropa con una cuchilla de afeitar, lo dejaron en calzoncillos,
tirado sobre un charco, embriagado en un cuasicoma etílico y apaleado...). El
tiempo de resucitar parece que ha llegado, sale vestido de chaqueta a los
grupos de Luz y Sal, a los grupos de ARCA, a los paisajes que plasmar
borrosamente en un portafolios. En el maletín dice que, además, lleva los
billetes: humor irónico, pudoroso, retraído, de los que no quieren destacar y
ahora entienden que la dignidad se comienza a repescar asumiendo el propio
arreglo, aseo, autoestima, correspondencia al profesional (aunque sea solo
esto) afecto (por algo se dedicarán a ello, aunque les paguen). Curiosamente
siempre hay algo que no encaja, un detalle que lo descarta como ejecutivo: ese
deambular por los parques, ese quedarse absorto contemplando el amanecer, la
mirada alicaída, el pelo descuidado, el bigote a lo Groucho Marx sin mesar. Ni
una gota más o si no volverá a caer en espiral por el precipicio del ahogo que
golpea como meteoritos de imágenes que se estrellan, flagelan e hieren en su
despedida de la lucidez peregrina.
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