miércoles, 5 de diciembre de 2012

Tito de Cái



  Está haciendo un curso de carretillero, y como en el baratillo hay una carretilla a la vera de un árbol no hay como hacer una demostración:
  -¡Bueno!, vamos a dejarlo, que está bien aparcada -dice con voz áspera y cascada sin abandonar el deje de simpatía.
  La gente circula arriba y abajo indagando en los puestos algo que le pueda interesar. En el estrecho cerco que nos hemos abierto maniobra una carretilla invisible para, de todas formas, demostrar la pericia alcanzada en un curso que tiene su parte teórica y su práctica. La maneja como si derrapara, hiciera el caballito o quemara el escape de una moto, todo en ese estrecho cerco por cuyos flancos fluye la gente y en el cual queda incluido su acompañante, aquel que leía Luis de Góngora hasta la saciedad, hoy más retraído y menos convencido de que su terco empeño no fuera un deleite impostado.
  Está más apuesto, el pelo recortado por los laterales, destacado en la coronilla, las gafas nuevas, de montura de pasta reluciente, granate. Es bajito y los surcos de su rostro lucen tan morenos, ásperos y marcados como la tierra roturada y en barbecho bajo el solano. Resalta la vena en el cuello, esa que hincha en son demostrativo y bromista que le trasforma en un Hulk en pequeñito.
  Rocoso, de mineral enterrado mucho tiempo en la vida disipada que le excluyó de la tolerancia familiar; luego queda aquello de: pero que nos quiten lo bailao, como compartió con Ángel Aguero. Así que reconoce esta itinerancia en las calles y la inevitable resolución como quieras rescatarte: hay que someterse a aquellos programas tan duros, claro que son duros, terapéuticos, no rendirse, es la única forma de encarrilarte de nuevo. Por eso critica el abandono de Antonio Torres, lo considera una rendición precipitada, claro que se pasa mal, que jode que te ordenen y estar pringado todo el día como un esclavo; pero es que no hay más cojones... (no distingue que haya métodos desigualmente eficaces según las personalidades de cada quién). El ha pasado por los suyos, largos meses, emergiendo al fin con la voluntad férrea de reconducir sus pasos: voluntario en un centro de día de la cruz roja, a cuyos viejos ayuda con la sopa boba o los desplazamientos; voluntario en la regata de los buques escuela (simpática la foto de promoción con la alcaldesa); cursos de informática, hostelería, carretillero... La vitalidad de un joven que quiere retomar por donde alguna vez escogió la senda equivocada o simplemente más apetecible y desfachada que le llevó a desmanes y a la cárcel.
  La simpatía que irradia la soportan las mujeres a las que mima y besuquea y raro es la que no acaba fastidiada y reprochándoselo; pero es solo una inicial camaradería, una particular celebración de la vida que replica contra la austeridad y defenestración a que están abocados; es una opción, la opción de manifestarse alegres frente a la precariedad de sus vidas actuales. Lo mismo que eludir los desbarres de Avelino Fdez Millo cuando viene pipado y le da por cagarse en sus ancestros simplemente porque está sobresaturado de ese constante esfuerzo por optimizar la mirada de este submundo que no es más que un grotesco alarde de premiarse ellos mismos por su fatua resistencia. Podría afrontar sus chulerías, vaciles, amenazas... pero prefiere no caer en las réplicas equívocamente viriles de otros tiempos (en la calle a puñetazos...). La simpatía molesta a quienes no están para muchas sonrisas sencillamente porque prefieren no socavar su soledad con estridencias que solo entusiasman al principio, cuando aun son una novedad que distrae del pesar de uno mismo.
  La familia lo reintegra a pasitos en su devenir fragmentado pero unívoco donde él era la pieza más descalabrada. Ha acudido a la celebración del cumpleaños del padre octogenario que los ha reunido a todos en una casa en Chiclana, entorno a una parrilla y bebidas que él no prueba, limitándose a fantas. Hacía mucho tiempo que él andaba al margen.
  Al final nos dejamos arrastrar por el flujo de mirones del baratillo después de este encuentro saludable y simpático. Las expectativas son buenas, la voluntad férrea, el ejemplo encomiable.

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