viernes, 21 de diciembre de 2012

Travesti francés.




  El travesti francés Melanie y Antonia Abreu no se ponen de acuerdo en tener abierta o entornada una balda de la ventana, como un juego de niños, en la oscuridad de la habitación, mientras tratan de conciliar el sueño, la una la abre, la otra lo entorna, a hurtadillas u ostensiblemente. Antonia se indigna, se encoleriza porque el relente nocturno le provoca tos y temblequera, así que pide ayuda con las aletas de la nariz inflamadas de la rabia y las arrugas vibrándole: ¡Además duerme en pelotas, con los güevos al aire, la maricona esa!
  Melanie aduce el mal olor de Antonia, que dice no se ducha, él es una persona muy delicada y no puede soportar la sudoración. Habla bien español, con acento francés, alterado; el pelo largo, ondulado y canoso, sin tinte, le culebrea; la nariz borbónica, la mirada perdida; viste un fino vestido floreado, no parece pijama. Antonia replica: Quien no se ducha eres tú, maricona, que mira las pústulas en los brazos, De eso yo no tengo. En efecto, Melanie presenta unas ronchas en los brazos fornidos, varoniles. Pasaría por una representación grotesca y bien avenida en el carnaval gaditano, si fuera febrero, a excepción de que no abusa de afeites. Tengo que moderar y resolver que la ventana se quede entornada, consta en nuestro control que Antonia se ducha diariamente, eso no es argumento y de la sensibilidad de la pituitaria nadie tiene la culpa. Acepta sin quedar conforme y anuncia que al día siguiente se marcha, no quiere problemas. Se acuestan y tras la puerta del dormitorio escucho unas andanadas subrepticias cruzándose entre las camas. Toco unos golpes y exijo silencio.
  A la mañana Melanie baja resuelta a cumplir su anuncio, no quiere problemas, prefiere la calle antes que el insoportable mal olor de Antonia Abreu. Comprende que ella es persona mayor, es de aquí y se le dará más credibilidad a sus protestas. Saca las maletas y de ellas la indumentaria del día, que, después de ducharse, será de un negro estilo Western, con sombrero rosa chillón. A un conato de ofuscación y réplica por parte de Antonia, que la escucha desbarrar de ella, le hago un gesto de contención, así que se frena.
  Finiquitando los desayunos, José María Carrasco me hace un guiño antes de dirigirse a Melanie en francés, que se desvive en ordenar nerviosamente, ya vestido de Sheriff, la ropa de las maletas. El otro se sorprende de que alguien se le dirija en su idioma, y responde arguyendo lo mismo que en español.
  José María Carrasco ha trabajado en Tánger de guía turístico y en otros lugares del orbe, domina el inglés también, y las fiebres que provoca el vino. La nariz picada, los ojos saltones, el pelo rizado y cano, siempre una chaquetilla abierta. Su intención es azuzarlo un poco más, enrabietarlo como a un gato al que se busca encrespar por diversión. Melanie se percata, y prosigue en español, sin cuidado de que le entiendan su malestar. Es suficientemente inteligente como para sospechar la chufla, más cuanto, poco después, aprovechando que Antonia desayuna, José María Carrasco se acerca a ella y rodeándola por el hombro le advierte que ella es su novia. Las pestes con que responde Melanie ya no se le entienden.
  Antes de marcharse y desear buena fortuna y que les den, a mí me refiere que ha estado por muchos centros de Europa: Francia, Italia, Portugal, etc., y no había conocido a nadie que le tratara tan ecuánimemente y con tanta paciencia como yo. Eso quiso decir.

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