martes, 10 de enero de 2012

Robo de un chándal


  En vista de que el ladrón no aparecía y suponiendo que estaba entre los presentes lo insulta públicamente:
  - Hijo de puta, cobarde, maricón… Me cago en tus muertos… ¿Es que no tienes cojones para dar la cara? No, por lo que veo. Me cago en sus muertos, y no da la cara.
  A las siete de la mañana abrí la puerta de la azotea a Juan Melgar, a las siete quince asomó Antonio González y no vio una chaquetilla de chándal. Miró en los cubos de basura y de ropa sucia, preguntó al bosqueño, quien expuso que igual el viento la había arrancado de los tendales y arrojado a la calle, él había perdido una prenda así. Antonio González se aseguró, no le convenció, rellenó una hoja de reclamaciones, sin dejar de despotricar, ya Juan Melgar ausente, y F J Vázquez:
  - Es que no se puede abrir las zonas comunes, azotea y consigna, a las seis de la mañana, porque unos cuantos quieran salir. Que esperen al horario. Luego desaparecen cosas, aprovechan para robar. Estamos hartos de que tengáis aquí un ladrón, y luego paguemos los demás con restricciones. ¿Por qué no se le expulsa? Ahora me tengo que buscar la ruina, porque como le vea puesta la chaqueta le abro la cabeza, por las cenizas de mi padre.
  La mirada vacilante, la voz en grito, visajes amenazantes con los brazos, Rosario, Juan Cortes, etc., asintiendo cuando refirió que a ellos también les habían robado.
  No le repliqué pormenorizadamente. Tan solo dudé que el robo hubiera sido por la mañana, más bien la tarde anterior. Despiertos estaban también F J Vázquez y Andrés Garrido. Al primero lo zarandeé a las siete menos diez. El segundo lo vi sentado en la cama cuando entré a avisar al primero.

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