miércoles, 25 de enero de 2012

Santi, trabajitos


  »Aparte de chulo me había dedicado en Barcelona a robar bancos con Pilar y Salvador. Ahora me apliqué también. Busqué un socio. Los golpes eran en los pueblos. Algunos salieron bien. Hasta el de Jimena de la Frontera. Nos habían dado el soplo: llegaba una partida de dinero por la mañana temprano, antes de la hora de apertura, estaría el director y algún comercial, poco más. Antes del amanecer estábamos apostados cerca. El Banco estaba en un alto. Al llegar la hora no apareció nadie, no hubo movimientos. De pronto asomaron unos guardias civiles: nos buscaban. Salimos pitando. Abordamos un taxi, le puse al taxista la pistola en la sien: Arranca y a toda hostia, Tira por aquí, tira por allá... Conocíamos las salidas, la carretera, los caminos... Nos metimos por el campo hasta que el coche se jodió. Seguimos corriendo campo a través. Hasta que un río nos cortó el paso. Al otro lado, por detrás de una colina, asomaron más uniformes verdes: estábamos rodeados. Los zarzales nos ocultaban, en la carrera nos habíamos desecho de las pistolas, ellos no lo sabían: Alto, No disparen, Nos rendimos... Tiramos al agua dos piedras pesadas, unos peces aletearon, los dorsos plateados destellaron. Nos trataron a patadas, boca abajo, contra el fango de la orilla, nos golpearon las costillas: ¿Dónde están las armas?, ¿Qué armas?... Se sumergieron en el río los submarinistas y no las encontraron. El taxista declaró en el juicio. Nos metieron unos meses por intimidación. Como no hallaron las pistolas, salimos pronto.

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