miércoles, 25 de enero de 2012

Elvira, marchó su sensualidad.


¿Qué fue de su sensual apostura? Rubia, el pelo caído y espinoso, la sonrisa y los ojos de una calidez inquietante. En derredor, los hombres se mostraban obsequiosos. No tenía desplantes hacia ninguno. También mantenía un halo de independencia y respeto, resultado de una belleza, no ajada, tampoco esplendorosa, conjugada con el saber estar -a lo mejor imaginaban que tendría novio; pero ¿dónde estaba?; igual lo abandonó por tirano e insensible; por eso acabó aquí-. Los días de verla descender delicada las escaleras, con sueño en los ojos, se esfumaron, devolviendo al Centro su punto más sórdido. Marchó a Jerez. Danail Dimitrov la ayudó con el equipaje.

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