viernes, 27 de enero de 2012

Dolores consulta


Interrumpe a la operaria despachante
de uniforme chaqueta oliva
para hacer una consulta estentóreamente
no sabe cómo esto, cómo lo otro,
la voz malhumorada y urgente,
mientras desdobla un billete manido,
rancio, abyecto, de cincuenta euros,
(¿imaginas cómo lo ha ganado?)
las uñas sucias, el pelo revuelto,
ensortijado y largo, teñido de azufre,
las prendas como una cascada de coloridas serpentinas
después de azotarle un tornado,
la voz acornetada y displicente.
La otra, la despachante operaria olivácea,
al fin se pone en su papel, Está bien, sí entiendo
lo que dice, pero espérese a que atienda al caballero.
El caballero debe ser alguien interpuesto malévolamente
para entretenerla y ella lo mira de pronto para
fustigarle su lengua escarnecedora.
Queda perpleja:
-Ah. Eres tú.
-Sí; soy yo.
-No me había dado cuenta.
La voz aterriza en un suspiro y un susurro equívoco
que contrasta con la anterior escandalera. La despachante
que nos mira de reojo la sorpresa, no entiende este entendimiento
amistoso, se le escapa de las manos.
-Vas a Sevilla, por lo que veo.
-Sí; a casa de mi hermana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario