viernes, 27 de enero de 2012

Germán a ruedas

Había esperado entrar en una
vivienda de protección oficial.
En el Centro se valía, aunque siempre sobrevienen las
dudas cuando hay una silla de ruedas circulando.

Aparca la motorizada, haciendo hueco
en el hall, se maneja en la manual, los traslados
a saltos de trapecista sin trapecio y sin red,
las piernas encogidas e inmóviles,
el tronco regrandón.

Para acostarse, esfuerzo ímprobo
de lanzarse a la cama, jadea, reniega,
aparta la mesilla,
expulsa hacia atrás la silla,
la aparta, cuando se mueve.
La ducha, de miedo, a rastras sobre
la placa, mejor que los baños públicos,
que la estación de tren.

Habría esperado a entrar… pero
se consumió en una semana. No es
porque no hablara con la asistenta social, sino porque
no aguanta a Vaclau, a Octavian, al alemán,
al rumano, al armenio…

En la sala de TV, en el clásico,
defiende sus colores, y si dice de suerte
al gol en contra, salta Vaclau: Real Madrid
una puta mierda, Mourinho una puta mierda,
Christiano una pueta mierda… Y él: Te crees
muy gracioso… Y a mí: No me pongas junto a ése
en la habitación que no le aguanto…
(contengo los conatos de insultos… ¡ay! el fútbol.)

Habría esperado a entrar, pero, como no,
regresa a los bancos, a las inmediaciones de
la estación, al aparcamiento toldado si no
le ven, porque le cuesta la paga, al baño de
minusválidos y la llave a pedir en Atención al
Cliente (la señorita olivácea muy amable),
media hora de esponja y preces desbocadas;
a cargar la batería en el bar del amigo.

¿Y quién asegura que no está ya en la
lista de espera? Conocía en San Juan un bajo
adaptado, de Manuel Gafasgruesas, el que
vendía diarios en la calle Compañía esquina
Urquinaona, al que le amputaron las piernas por glucemia.
Le hubiera venido muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario