Si el Purri me notara dormido,
abandonaría el Centro cuidadosamente,
cerrando tras de sí la puerta;
sin molestar, siguiendo el curso de sus hábitos.
Aun habiendo acabado el trabajo playero,
está programado para levantarse a las seis.
Vuelvo a detenerme en su rostro,
bello en su arrugada perfección,
sofocado y redondo, oriental y ronco, gaditano.
La mano gesticulante: batuta directora de los gestos,
ilustrativo diálogo mudo.
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