lunes, 5 de diciembre de 2011

Alrededor un zumbido de excitación


Alrededor suya un zumbido de excitación.
Cándidas mariposas abren súbitamente unas fauces sanguinolentas
ávidas de un bocado trágico.
Ella, tan corporalmente accesible, es sinónimo de tormenta.

Pero a ellos no les importa, y a su paso zumban; se envalentonan,
la poseen, abrazan su solitaria desesperación, ignoran
las incurables magulladuras del rostro, disfrutan del tacto de las piernas
morenas, gimen mientras besan las largas hebras untuosas.

Más tarde, cuando todo pasó,
equivocadamente, quieren retenerla,
orgullosos de sentirse hombres,
vergonzosos de saberse solo amantes.

Entonces ella les dirige una mirada asombrada y rendida,
fugazmente compasiva, haciéndoles comprender que, como la mar,
es posible sumergirse en ella, pero imposible abarcarla.

De hecho les ha demostrado su mala suerte,
al surgir otras manos convencidas del mismo derecho a tocarla,
por las cuales se deja prender y devorar,
topándose a la sazón con la fatalidad de verse enfrentados unos a otros,
disputándose el derecho a este bocado trágico.

Finalmente ella se pasea inconsciente, ebria y aletargada,
sobre la devastación que causa.

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