lunes, 12 de diciembre de 2011

Mohamed. Pelo crespo, bigote liso.

 
Pelo crespo, bigote liso, rostro atezado, propio del marroquí. Las manos ennegrecidas. Risueño, sonriente. El habla susurrante, envolvente. Duerme en la Caixa, sobre cartones, metido en un saco. Utiliza una tarjeta antigua para entrar en el habitáculo del cajero. La silla de ruedas, en un rincón, semioculta, sin verse desde la calle a través del cristal. Se acuesta del lado de la pierna mala, la escayolada, así no le duele. Hace años un niñato le arrolló con el coche. Desde entonces se ha operado ocho veces. No dice que duerme en la calle. Da una dirección falsa, la de un edificio imponente, a donde la ambulancia lo recoge para conducirlo a rehabilitación. A las seis de la mañana el repartidor de prensa pasa el diario por debajo de la puerta de cristal. Cuando se despierta le echa un vistazo a los titulares y a la página de los sucesos. Al acabar lo desliza a su vez por debajo de la segunda puerta. A las siete de la mañana el director del banco le saluda y, aunque él se incorpora, le advierte que no corre prisa, que se tome su tiempo antes de marcharse. Les resulta entrañable este encuentro mañanero. Los sábados y domingos no le toca madrugar, porque el banco no abre. Así disfruta más tiempo dentro del saco.

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