miércoles, 7 de diciembre de 2011

Kiko el ruina

Kiko el “ruina”.
Así lo llaman, porque mal acaba,
quien se le arrima.
Esto es exagerado, claro.
Es que es un chico conflictivo,
y si vas con él,
pues te metes en sus líos.

No es un macarra de alto standing,
de buena cuna y moto cara. Eso sí,
tiene clase y hechuras.

Al abandonar la escuela
adoptó un aire entre indolente y chulesco.
Además, se dijo: “¿Para qué currar
si puedo coger lo que quiero?”
En efecto: se apodera de un coche
estando presente o no el dueño; ídem
una moto. Móviles, gafas de sol o ropa de marca
los toma por la jeta.
Como le encares, te pega una piña.

Sus salidas nocturnas suelen acabar en pelea.
A veces las busca, otras se las sirven en bandeja.
Casi siempre sale airoso, porque es de constitución
fuerte, sin ir a gimnasios. No es musculoso,
sí fornido. Un cuerpo a lo tarzán en blanco y negro,
sin ser tan alto, tampoco bajo.
Naturalmente tiene causas pendientes.
Hasta ahora se ha librado de la cárcel,
aunque el calabozo de la poli bien que lo conoce.

Al margen de su violencia, que no es gratuita,
sino acorde con su filosofía entre soberbia y altruista,
es un tío guapo. El semblante relajado, inexpresivo,
no hace muecas, ni fruncimientos de tipo duro.
Las chicas están locas por él, se lo disputan.
Tiene facilidad para enamorarlas.
Le vienen a durar una o dos semanas.
Para cambiar, solo tiene que irse con otra,
y hacer que la actual descubra que es cornuda.
Entonces se deja insultar o abofetear.
Él nunca pegó a ninguna.
Tanto una lo quiso, que ni por este medio
se la quitó de encima.
Ella confiaba en que lo enmendaría.
Menuda ilusa. Al final abandonó la empresa.
Es su manera de vivir la vida.

Él descuida si las deja preñadas,
lo hace a pelo, que se apañen ellas.
Ojo; las ama de veras.
Les regala palabras bonitas,
incluso les hace promesas, que rara vez cumple.
Lo que ocurre es que pasado un tiempo se aburre.

Se entiende la fascinación por un tipo así:
altivo, temerario, protector, problemático.
La voz sin estridencias, con deje de listillo y pícaro,
seductora.

A mí me resulta un buen tipo.
Tiene esa cosa de héroe de las calles,
con su filosofía de pasota violento y amor a las mujeres.
Yo también le caigo bien.
Tito, me llama, cuando me ve,
esbozando una media sonrisa.
Una vez le planteé, pese a mis canas,
qué pasaría si yo me metiera en un lío de discoteca.
- Tito –me dijo con voz calma, leve fruncir de cejas
y mirada dulce y matadora-. Como alguien
te ponga la mano encima, me lo cargo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario