martes, 20 de diciembre de 2011

Mente desbaratada

Mente desbaratada.
Todos nos hiciéramos el loco –dicen.
Pero este es de verdad, de los de mente descabritada.
Se esfuerza en manejarla, pero piafa, cocea y relincha como caballo desbocado.
¿Qué hay desatado en ella? Las pastillas debieron amortiguarla, si no las
rehusara. La percepción de las cosas es tan vívida, la avidez de raciocinio
tan intensa, que pierde el control, al excederse de escrupuloso.
Ora le sobreviene un súbito llanto, incontenible, nervioso, de sarro
en las comisuras de los labios y ojos arrugados: “Así no se puede vivir,
me voy a tirar de lo alto…”; ora una furibunda amenaza, de ojos inyectados
y voz recia: “Aquí me voy a cortar el cuello para que carguéis con el muerto”.
Ha roto un reloj; despiezado, por los suelos, recogemos los restos, que acaban en la basura. Maquinaria revuelta no hay quien la recomponga. Como su cabeza.
Vestirse de prendas callejeras es un suplicio y un dislate de conversación amable. Eyecta una protesta: “¡Mis calzoncillos cagados, y no hay de repuesto!”.
Al menos encuentro un chaleco para abrigarlo.
¿Qué hay en la mente de un loco?
Realidad distorsionada,
obsesiones, miedos, fobias,
el ruido y la furia del Benji de Willian Faulkner.

Rostros legañosos y tatuajes bostezantes comienzan a farfullar
y emitir una rabia razonable al levantarse.
Él calla, momentáneamente…
Enmudece para dirigirse por escrito: “A qué hora se desayuna…”; pucheros y
malestar de niño-bobo y corajudo.
El despabilamiento colectivo es una queja unánime.
- Todos nos hiciéramos el loco –dicen.
Descuelga una diatriba a cuento del medio cigarro en conserva que le queda. Más
ruido y furia. No hay nada que hacer, no puede seguir aquí. Lo mando a tomar las de
Agudos en Puerto Real.
“Usted ha estado de visita, vale. Yo, de paciente.”
(Recuerdo celadores fortachones en mono blanco y enfermos en pijama celeste,
deambulando. Ni cables, ni nada cortante.)
Le he ofrecido para el bus. Me rechaza la ambulancia para poder despejarse en el camino. “Entonces, ¿estoy expulsado?” (no imagino qué clase de guardián espectral
sea yo en su realidad distorsionada).
“Usted va a acabar de volverme loco. Avíseme a una ambulancia.”
“Ahora, no; ya no procede.”
“¡Pues aquí en la puerta (de la calle) me quedo a dormir y a cagar!”

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