lunes, 9 de abril de 2012

La maña

El chaquetón de ajado ante
quedó desechable por una mancha
de aceite.
Revuelve en ropería.
La probanza da de sí:
encuentra un anorak largo, gris,
la botonadura cruzada, algo estrecha pero
si saca los hilos, cose y ensancha, quedará
mejor ajustada.

Habla maña, pelo ensortijado. Las gafas
le empequeñecen los ojos, las manos lijosas,
remorenas de albañila de casa.
Es la primera vez que se ve en la calle.
Treinta años cuidando un hijo, dándole
educación, cuidados. Después era ella, ama
de casa, de mayor, quien vivió a su costa, en
tanto él trabajó en la General Motors, hasta que
chaparon la fábrica.
Y el banco no perdona:
embargo, desalojo, vergüenza, penuria.
Digamos que él se marchó a vivir a casa de la novia,
mientras ella a la de la hermana en Málaga.

Abrocha, desabrocha.
No ajusta por más que quiera,
cogerá los hilos, unas puntadas aquí, otras allá,
coserá más atrás, retrasará los botones…
También sobrepone
un pantalón a los leotardos
de las finas piernas, quizás le esté, se lo queda.
Tenemos poca ropa, pero somos generosos con ella.
Llévese la que quiera, embrácese unas arrobas.

La hermana sufre esquizofrenia.
Naturalmente ella lo niega: Yo no
estoy loca. Con lo que no se medica
y la trata de loca a ella (muy propio).
La casa es de la madre, la madre está
en Barcelona, con una tía, arreglando
una herencia. Esta sobreprotege a la
loca, disculpa sus arrebatos, los insultos,
los bramidos, las amenazas, los golpes…
La última vez le linchó a patadas.
Demonios. Denunció a la policía. Nada.
La casa era suya. Abandonó la casa.

Una mujer marginada, en una sociedad
de hombres marginados. Decreta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario