viernes, 27 de abril de 2012

Laureana, vendedora de estampas


  Ocho hijos desperdigados por Madrid, vendedora de estampas y llaveros principalmente en las iglesias, quedándose en casa de alguno de ellos cada vez.
  No es pareja suya el acompañante, no es cónyuge, no es familia, no es amigo, es... un poco de todo. Alguien que, pernoctando en el albergue de Puerta de Ángel , le propone una escapada a Cádiz, conocen la tacita de plata de una visita hace años, y quien viene una vez, repite. ¿Qué será?: la gente, las playas, las calles... Pueblo jovial confinado en un espacio virgen, genuino y esplendoroso. Imán de turistas en verano, de los que copan los hoteles.
  Luego de agotar las noches estipuladas que supondrán un par de días completos de paseos, comidas y playa, viajarán a Sevilla. Pero el programa se frustra al cabo del primer día, al él sacar a relucir su violento carácter.
  La cosa es que intuyó que Laureana traería consigo un papeleo que le interesaba destruir. Cuando lo intentó con embelecos, fracasó, así que cambió de táctica. El papeleo es la denuncia por agresión de hace seis meses y la solicitud de orden de alejamiento.
  Explotó durante un funeral, Laureana a la puerta de la iglesia: lo considera momento y lugar propicios para su venta ambulante. Pedro arremetió contra ella en medio de los contristados asistentes. Le propinó un puñetazo a la altura del ojo que casi se lo salta. Por evitar un segundo funeral, los dolientes acudieron en su auxilio.
  La segunda noche en el Centro ya cada cual va por su lado. Ella lo evita, él la sigue a hurtadillas hasta el baratillo dominguero, y allí la asalta. El forcejeo concluye con la intervención de un viandante que se la juega.
  Acercándose al Centro a por los susodichos papeles, ante la acosadora presencia de Pedro, rompe en sus narices los billetes a Sevilla. Luego queda él al acecho, en la plaza inmediata, aguardando su caminar solitario, el cual, a la sazón, no se produce por ir acompañada de mí, que recién termino mi turno.
  Viendo Pedro que nos dirigimos a la comisaría de policía, se adelanta a sus pasos. Cuando Laureana se presenta allí, ya él ha llegado: "¡Vengo a denunciar a ese señor!".
  Ese señor pasa la noche en el calabozo para, a la mañana siguiente, prestar declaración ante el juez de guardia. Laureana, tras agotar su última noche en el Centro, da por zanjada su escapada turística a Cádiz. De aquí marcha a Sevilla, y de Sevilla a Madrid, donde las estampitas y llaveros le aguardan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario