viernes, 20 de abril de 2012

Milagros Gudin falta a dormir


  Trucos, picardías. Se las saben todas -típica expresión-. La ayuda a domicilio la tienen suspendida, la chica comentó en la oficina varias veces la situación madre e hijo. Tan extraña es su relación y sus manejos que, el incendio, investigado por la policía científica, se sospecha fuera provocado. Para cobrar el seguro. Eso dicen. Bastante raro es que no les pillara dentro a esas horas -la una de la mañana-, cuando todo el vecindario lo estaba.
  Milagros sortea los precintos policiales para entrar a dar comida a su gato. Suelen ser restos que trae del Centro, casa de su hermana o los comedores sociales. El gato está eximido de evacuar la casa. Si hay derrumbes, él sabrá.
  Sábado por la noche. Ajustarse a un horario es complicado. Cualquier eventualidad puede distraerla y considerarla más importante que acudir al centro donde está provisionalmente recogida. La cena la puede solventar en casa de la hermana. Si no va acompañada de Ricardo, el hijo, a la que aquella no puede ver.
  De madrugada telefonea la Policía Local, pregunta si está allí alojada una tal... - Sí -parece extrañarse el policía-. Un momento, no descuide el teléfono... Al otro lado intermedia entre la dotación desplazada al lugar de un accidente a la altura del Chato y la grúa que va de camino. Sí, podrán sacarlo de la arena con el hunter... Disculpe. Decíamos...
  Explica que la tal llama desde el hospital para que la trasladen aquí, donde pernocta. Huele a truco. Normalmente hubiera asentido; pero el compañero me habló del comportamiento en la semana.
  -¿A qué hora ingresó?
  Los detalles están fuera de alcance. Justifico que es problemática. Le propongo.
  -Así que que se pase mañana por la tarde -domingo- con el parte médico, y ya se verá. Pero esta noche, nada.
 
  Por la mañana, a ver cómo se levanta el hijo, Ricardo, al notar que no durmió la madre. En efecto, entre resoplidos desconcertados, acaba interpelándome.
  -Pues no, no vino a dormir anoche -no apunto más; callo la llamada policial.
  -Eso es que ha estado en urgencias -como reflexionando para sí.
  ¿Precognición materno-filial?

  El compañero -estudiante de último curso de trabajador social, hijo de uno conocido con cargo en el ayuntamiento- elude toda referencia a Milagros. Sencillamente se presentó por la tarde. Telefoneó al director por otros motivos -el servicio de cena, una reserva que se anticipó-, pero no mencionó el caso. Menos mal. Si no aquél hubiera sido tajante -conociéndolo.
  Asoma Milagros: reservada, sigilosa, el runrún de un monólogo inacabado. La curiosidad me puede. ¿Trajiste parte médico? Parece que ella lo esperaba, incluso que bajara de la habitación -son las once de la noche pasadas- para afrontar el asunto. Todo lo habla a modo justificativo. Pero está muy clara la picardía.
  -Ingresaste a las 1:48 y saliste a las 1:58. Diez minutos.
  Una caída -leve molestia en el hombro. O más bien el tiempo suficiente para ser reconocida y abordar el truco previsto: desde allí instar a la policía local a que la trasladase al Centro. No le salió.
  Ella asiente dócilmente. Sabe que se juega la calle. Dejamos una fotocopia del parte sobre la mesa del director. Ya le tocará justificarse con él.
  -¿Y qué hiciste?
  Regresar a la casa de la hermana, donde había pasado la tarde, cenado y, supuestamente, sufrido la caída.

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