viernes, 27 de abril de 2012

Martin-Niño, crianza de palomos


La colombicultura es su afición.
Desde niño, visitando la casa de un amigo,
estuvo en contacto con la crianza y entreno de palomos.
Luego ha criado por sí mismo, ha competido y,
Manolito, campeón provincial, fue subcampeón de España.
A un aficionado valenciano lo vendió por un millón de pelas.
El concurso consiste en 90 o 100 palomos
detrás de una hembra, a ver quién la pisa primero
y más veces. Están tiznados de color, numerados y
nombrados para distinguirlos. Las apuestas se suceden.
El palomo listo bota (inicia un vuelo de despiste),
para en seguida regresar mientras los engañados, en una
nube de aleteo frenético, pierden la pista. Los que
dan con la hembra no tienen piedad. A menudo muere
descoyuntada, de tanta violación desmedida y en masa.
Hizo dinero Martin-Niño, buenos negocios no controlados
por el fisco. También probó los gallos de pelea.
Todo se fue al traste por la droga. Porque aquella
reunión lúdica de apostantes arrastra un mal ambiente.
El coqueteo con la droga y la bebida es constante.
Mucho dinero ganó. Pero todo lo fue perdiendo,
engatusado por la adicción.
A lo mejor, cuando remonte el vuelo (como un palomo
repuesto), ya no sigue la estela del celo y la avidez
embriagadora. No competirá más al nivel de antes.
En todos caso, criará unos pocos palomos,
y competirá en las comarcales.

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