jueves, 12 de abril de 2012

Alguien hurga en la bolsa


  Alguien hurga en la bolsa de tela plástica encajada tras un quiosco de flores en la plaza Topete y le llama la atención. El otro esgrime cualquier excusa y se marcha.
  - Quizás fuera un gitanillo que no supo leer el cartelito –disculpa la deliberada pillería.
  El cartelito es una hoja arrugada en una funda de plástico sobre la bolsa que pide por favor no tocar, no robar, no hay trajes de valor, solo traje teatral Acevae (asociación española y comunitaria de estatuas vivientes y artes escénicas).
  Ha abandonado el Centro y traído consigo el resto de bolsas que con la que casi es expoliada intenta resumir en una sola para poder viajar más cómodamente en el bus de las cinco de la tarde a Madrid. Sobre el banco de piedra, escorado respecto a la estatua de Lucius Junius Moderatus, alias Columela, húmedo del rocío mañanero, extiende las coloridas ropas de su atrezzo ambulante, las clasifica y desecha algunas. La espada que hubo confeccionado para su estatua viviente de la Pepa se le quebró y en previsión de tener que restituirla si seguía con este modelo había cogido un tramo de marco de ventana. Ahora ya no lo necesita, lo desecha. No así el casco de la alegórica Atenea, que es quien señorea el monumento de la Plaza de España, una manualidad ardua y meticulosa.
  El último día de carnavales es inútil trabajarlo, la semana está cumplida, otros compañeros de gremio abandonaron antes, sin mucho recaudado. Además tiene una entrevista mañana por la tarde en la calle Velázquez, la posibilidad de regresar al ámbito de la venta de seguros, como cuando trabajó en la Vaguada para Seguros Pelayo, hasta que las sustituyeron por las cajeras de Alcampo, menuda jugarreta.
  El balance es triste, más bien negativo, apenas recaudó una cuarta parte de lo que debe de alquiler, irá al dueño y se lo ofrecerá con la mejor intención, lo más probable es que tenga que irse a vivir con su amiga Esther.
  Diez horas de respiración diafragmática en medio del trajín callejero, quietud yóguica, pasmo armonioso, carne de piedra, teatro estático, cultura en la calle, floritura o arabesco en el aire y una sonrisa dulce de mimo como premio a quien cuela la calderilla en la ranura de la hucha.
  Estuvo un día de maquilladora, cinco niños se acercaron, a euro cada uno, la voluntad sin tasa, la calidad del resultado nada que ver con una competidora aneja, como tampoco las medidas de higiene, ya que ella usa guantes de látex y lápices descartables, mientras la otra repetía pinceles.
  En Madrid dejará la bolsa con el atrezzo en el local de la asociación, colgará una última reseña de esta experiencia en la web, aguardará a acertar en otros puntos de España con una estatua viviente oportuna que traiga a colación un episodio histórico.
  Quizás en un futuro pueda acudir a los lugares en fiesta a disfrutar de ellas, no como los feriantes; venir a los carnavales a disfrutar de ellos, no permaneciendo estática en una atalaya, percibiendo las riadas de gente ir y venir, sin hacerle mucho caso; bueno; al menos un coro de carnaval paró cerca y pudo escuchar sus coplas, amenazando el deseo de reír su quietud inerme.

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