viernes, 20 de abril de 2012

Santi, una vez fue a comisaría


  »Una vez fui a comisaría a denunciar al Jordi, me había robao dinero de la cartilla, le pedí que me ayudara a sacarlo, no veo bien, me falla la vista. En el cajero se la dejé, teclea el pin: uno, dos, tal... Lo memorizó para luego robarme. Era cuando vivíamos de okupa en el Campo las Balas. Cuatro años allí de miedo, unos cuarteles dejados de los militares, habíamos como veinte o treinta repartidos por las habitaciones. La luz la tomamos de la farola, el agua de una tubería. La gente tenía televisores, radios, calefacción... Tenía yo un mueble caoba de lujo. Había tesoros. Encontré semienterrado una pintura de un guitarrista flamenco en posición de tocar, la fecha: 1789. Pensé llevarla a un anticuario, pero ¿y si me engañaba? Debía costar lo suyo. ¿Y si me ofrecía un precio ridículo? Para eso lo regalaba a Juanito Villar. Juanito Villar es amigo mío, coincidimos en la cárcel de Algeciras, estuvo allí por apuñalar a un tío, sólo yo sé la verdá, hicimos buenas migas. Había solicitado actuar, un tablao y cantaría, el director de la prisión se lo negó. Fui a hablar con él: Si usted deja cantar a Juanito Villar aquí deja de haber violencia: ¿no ve que a la gente le distraerá y emocionará? Vaya si cantó, los presos alucinando. Al cumplir yo mis quince años fui a buscarlo, pregunté por él en su peña, me enviaron a casa Manteca, el ex torero. Allí estaba, acompañado de otros dos, el representante y su hijo. Hola, Juanito. Tú quién eres. ¿No me reconoces? Soy Santi Moreno Viagas, ¿no te acuerdas de Algeciras? ¡Coño!, el Santi... A aquellos dos les dijo: Este sabe más de mí que tú y que tú. Pero fue después cuando lo del cuadro. Me presenté en su peña, pregunté por Juanito, no estaba. ¿Para qué lo quiere?, me preguntó el de la barra. Le traía este cuadro. Lo he encontrado en tal sitio, tiene que tener mucho valor, del 1789, la firma no se distingue, no quiero llevarlo a un anticuario para que no me engañe, así que se lo traigo a Juanito. Allí quedó expuesto, en la pared, junto a toda la colección de carteles, fotos y cuadros que cubren las paredes de la peña... El Jordi aprovechó el desalojo del Campo de las Balas. Nos echó la policía por la muerte de un niño. Entraban allí a jugar, eran una pandilla, bajaban a los antiguos calabozos, se ponían a romper, a destrozar cosas. Había una columna, la golpearon, al principio aguantó, luego calló y se vino una planta entera abajo. La gente oyó el estruendo: Puurrrummm. Ayudamos a retirar escombros hasta que llegaron los bomberos: Gracias por la ayuda; pero ahora dejarnos continuar a nosotros, nos valemos solos, es más seguro. Sacaron a uno muerto. Otro grave, no murió; los demás no estaban en el momento del desplome. A la noche asomó la policía: tenéis que abandonar el Campo las Balas, orden de la alcaldesa, una hora para coger vuestras cosas y adiós. Ahí fue donde el Jordi me birló la cartilla, estoy seguro, y luego en el banco vi que la cuenta había menguado. No me dejaron denunciarlo en comisaría, me sacaron a gomazos, no me quieren ni ver. Fui al fiscal, le expliqué, y con él me presenté en comisaría. Nada de tocar a este señor. Y dieron curso a la denuncia.

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