»Al
Jordi le han trincao, a él, a la
Inma y al Petra. La
Inma engolfaba a los turistas, costaba tanto, los conducía a
la calle Osorio, la estrechita, detrás del trasformador de la electricidad para
follar o chuparles la polla, según lo concertado. Entonces aparecían el Jordi y
el Petra para atracarles. Les dejaban sin blanca. Más de treinta veces lo
hicieron, a lo largo de varios años. El fiscal les pide siete de cárcel. El
Jordi era también chulo de la
Inma. Chulo porque eran novios, pero mal chulo. Yo lo he
sido: en Barcelona, la
Línea... En Barcelona tenía tres prostitutas: una holandesa,
una francesa y una española. Jovencísimas, guapísimas. De veintipocos años.
Vivían en un piso, yo con ellas, después de separarme de mi primera mujer:
Victoria. Se lió con un comisario de policía, también casado y con hijos, yo
tenía tres, los dos primeros profesionales del ejército. Victoria era
guapísima, una jerezana con un cuerpazo de miedo, nos habíamos casado con
diecinueve años. No soportó mis asuntos y se lió con el comisario de policía.
Me la iba a cargar, nada más le metí miedo, preferí irme a vivir con mis putas.
Con el tiempo se unió una más mayor, la había defendido de unos cabrones en un
bar, yo era un buen chulo, no el que tenía. Comenzaron a increparla tres
tiparrones en la misma barra donde bebía una copa. Decían que los quería timar,
que era muy cara, que era mucho lo que pedía: Puta asquerosa, No deberías cobrarnos
tanto, No lo vales... En una mesa jugaba yo a las cartas, en otra aparte estaba
su chulo, sin moverse, ¿a qué esperaba?, pasaba de intervenir, no se atrevía
con tres. Verás, me dije yo. Acabé de un trago el whisky, dejé las cartas en la
mesa, fui para la barra. Agarré el vaso de la chica y se lo encajé en la mandíbula
al más chulo de ellos, empujándolo y arrastrándolo contra la pared. Me había
abierto la camisa para dejar ver la pistola, una 38, de tambor, 8 balas, un
revólver. Sois unos maricones, atreveros conmigo que me lío a tiros. La chica
se está ganando honradamente la vida, ¿es que queréis robarla?, ¿abusar de
ella?, no tenéis huevos, maricones de mierda. Ese que está sentado allí es su
chulo y debería defenderle pero no tiene los cojones que yo, no voy a
permitiros chulearla... Se acojonaron, me pidieron calma, se excusaron: que no
querían molestarla; solo que les parecía caro... Iros de aquí echando leches si
no queréis que me líe a tiros con vosotros. Dicho lo cual, retiré el vaso de la
mandíbula de aquel tío y salió pitando seguido de los otros. Luego la madurita,
de unos treinta años, carnosa y atractiva se me acercó: Santi, ¿Puedo quedarme
contigo?, Aquél no ha tenido los cojones que tú, es un chulo de mierda, Tú si
sabes defendernos... Así es cómo se vino al piso y se incorporó a mi cuadrilla.
El Jordi era un chulo como aquél. Si la
Inma se veía en un apuro, pasaba de todo, no tenía cojones.
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