viernes, 27 de abril de 2012

Dione. En la plaza de la Catedral.


En la plaza de la Catedral
se produce la embestida de dos bicis.
¿Qué fue del resfriado? ¿Aquél
que abortó la cita futbolística?
(Me había telefoneado, sangraba por la
nariz, llevaba días con fiebre, encamado,
sin comer. Menchu lo corroboró.)
Se le curó.
Entonces…
Entonces… no me ha avisado para retomarla
porque al final ha cuajado lo del Conil B (ya
me explicó que había conocido al entrenador,
que iba y venía desde Cádiz a diario, así que
el trasporte lo tenía resuelto.)
Ha demostrado sus habilidades metiendo un sin
fin de goles, una lluvia de pases, un puñado de
ilusiones. La mala sombra es la lesión de la pierna:
le merma el rendimiento (esa pierna negra carbón
atlético-torneada para exponerse en un museo).
Desde aquí puede promocionarse al Conil o coger
la forma física para a través mía repetir aquella cita
más importante (lo importante es no volver a las pateras…)
Sobre todo sería lo mejor que en el momento de
aprobarse los papeles formalizase un contrato deportivo,
no de venta ambulante por las calles (aunque ya no tendría que
aprovechar el despiste policial para correr por la selva urbana…)
-¿Y las botas de tacos?
Al menos aquel jaleo (mis rutas bicicleteras hacia
el Meadero de la Reina con esta misma borrica esquelética
-la suya es prestada de un amigo; se nota la categoría-) sirvió para
espolear a Menchu y que desembolsara el dinero (siempre tan cuidadosa
con no gastar de más), y hoy les sirven (no exactamente las que compró,
sino las que cambió con un compañero futbolista por unas más ajustadas
a su pie) para apuntar alto a la escuadra de una portería.
La plaza de la Catedral bulle,
unos amigos le chistan y lanzan un comentario,
Dione enlaza con ellos una cuestión pendiente.
Lo dejo que se frote la napia y me despida.
-Ya sabes para localizarme…
La sonrisa de ser joven me la llevo puesta en los pedales.
El sol la entibia.

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