En la plaza de la Catedral
se produce la embestida de
dos bicis.
¿Qué fue del resfriado?
¿Aquél
que abortó la cita
futbolística?
(Me había telefoneado,
sangraba por la
nariz, llevaba días con
fiebre, encamado,
sin comer. Menchu lo
corroboró.)
Se le curó.
Entonces…
Entonces… no me ha avisado
para retomarla
porque al final ha cuajado
lo del Conil B (ya
me explicó que había
conocido al entrenador,
que iba y venía desde
Cádiz a diario, así que
el trasporte lo tenía
resuelto.)
Ha demostrado sus
habilidades metiendo un sin
fin de goles, una lluvia
de pases, un puñado de
ilusiones. La mala sombra
es la lesión de la pierna:
le merma el rendimiento
(esa pierna negra carbón
atlético-torneada para
exponerse en un museo).
Desde aquí puede
promocionarse al Conil o coger
la forma física para a
través mía repetir aquella cita
más importante (lo
importante es no volver a las pateras…)
Sobre todo sería lo mejor
que en el momento de
aprobarse los papeles
formalizase un contrato deportivo,
no de venta ambulante por
las calles (aunque ya no tendría que
aprovechar el despiste
policial para correr por la selva urbana…)
-¿Y las botas de tacos?
Al menos aquel jaleo (mis
rutas bicicleteras hacia
el Meadero de la Reina con esta misma borrica
esquelética
-la suya es prestada de un
amigo; se nota la categoría-) sirvió para
espolear a Menchu y que
desembolsara el dinero (siempre tan cuidadosa
con no gastar de más), y
hoy les sirven (no exactamente las que compró,
sino las que cambió con un
compañero futbolista por unas más ajustadas
a su pie) para apuntar
alto a la escuadra de una portería.
La plaza de la Catedral bulle,
unos amigos le chistan y
lanzan un comentario,
Dione enlaza con ellos una
cuestión pendiente.
Lo dejo que se frote la
napia y me despida.
-Ya sabes para
localizarme…
La sonrisa de ser joven me
la llevo puesta en los pedales.
El sol la entibia.
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