viernes, 27 de abril de 2012

Bienvenido en la plaza Macías Rete


  En la plaza Macías Rete hace señas a la pareja, a Cañas y a Clotilde. Está cansado, harto, no por él, que le respetan, sino por Carrasco, al que amenazan, acosan… por lo bajo, subrepticiamente (que si le cortan el cuello por chivato, que si…). Siempre sobre el débil se abaten las alimañas.
  - ¿Tú estuviste en el Puerto, verdad?
  - Sí –asiente Cañas.
  - A que oíste hablar de…
  Cañas asiente.
 - Pues ese soy yo…
Toda la fortaleza de Cañas, la musculatura (de fitness, de body factory…) de pesas, de cuerpo proporcionado, de revista de músculos bruñidos y parafinados, de venas marcadas, de tríceps y cuadriceps satinados, de posturitas que a Clotilde enseña en las fotos del móvil (¡qué bueno y qué fuerte está mi novio!), todo cuadratura, tablatura de pino o caoba… deviene flaccidez, apostura, morbidez de carne desinflada.
  Clotilde lo mira perpleja (¿para tanto es?).
  - ¡Qué pensabas! ¿Qué iba a ser un tipo alto, fortachón…? Pues aquí me tienes, aquel soy yo, ya lo sabes.
  Clotilde piensa: ¿es que mi novio no iba a poder con él? Cañas piensa (contestando al gesto de ella): deja, deja…, que este es peligroso.
  Para ser exactos, preso de alto riesgo, de los aislados, de los de paseo de una hora al día por el patio, a solas, el resto pensando en las musarañas de cara a las paredes de la celda (o al techo, o al suelo).
  La cabeza ahuevada, la frente alta, la nariz ladeada, el bigote fino, el habla escurridiza, la complexión normal, con algo de barriga. Los ojos miran con fijeza, sin que resulten incómodos, aunque sí algo inquietantes por las amenazas de que se acompañan.
  - Vale ya de amenaza al Carrasco por lo bajo. Sobre todo tú –señala a Clotilde, la de las risas amañadas a las asistentas sociales-. Os las veréis conmigo a la próxima… ¿Queréis que os corte el cuello con un carné de identidad? Pues, cuidadito.
  El Carrasco es un viejo algo metomentodo, impertinente, incordio. Usa maneras anticuadas, en el sentido de exageradamente corteses, por lo que resultan artificiales, sobre todo a este nivel de relaciones (¿sin techos?, ¿transeúntes?, ¿marginados sin hogar?). Mantiene las fórmulas cívicas del franquismo, con su rastro sombrío de hipocresía, que en él, en Carrasco, se expresa con críticas ofuscadas y apabullantes, a quienes descuidan ciertas reglas elementales (y sucintas) de convivencia.
  Bienvenido lo encasilla en los rastreros, los soplones de entonces, los escudados en aquella teatral impostura, no descuidando el chivatazo sobre quien se saliera de la senda recta. Es, por tanto, extraño que se haya constituido en su protector. Se explica por dos razones: una, conocidos comunes de la cárcel, aunque Carrasco saliera hace 20-30 años, y desde entonces sea un desahuciado; dos, la antipatía que le causa la pareja, al cebarse con él. Así que, viéndolo una vez profundamente alterado, fuera de sí, le dijo: “Descuida, en adelante, tú siempre conmigo, y ya veremos si te ponen la mano encima”.
  - Ahora mismo si queréis os pongo a caldo. ¿Veis todas esas herramientas y escombros de obra? –señalaba, en efecto, al pavimento levantado, mostrando las señas y artilugios propios de una obra -. Pues fijaos si hay armas para abriros la crisma. Y a ti, con todo lo musculitos que eres, después de freírte a palos te cuelgo de la reja aquella, a secar como un pimiento.
  La imaginería de Bienvenido en las amenazas no tiene desperdicio.
  En el comedor María Arteaga, donde se concentra toda la calaña desviada de la recta senda, en medio del pasillo, detuvo a un grandullón.
  Ya venía difamando por la espalda, de la forma rastrera, cobarde y caprichosa, como es usual en estos medios.
  Al final, Bienvenido se hartó:
  - ¿Tú tienes algún problema conmigo? ¿Me conoces de algo? A ver, empieza. Di. Qué sabes de mí. Todo eso que largas a mis espaldas.
  La pausa es de lo más inquietante, solo los muy avezados son capaces de sostener un silencio tan prolongado, apuntillado con decenas de miradas que no piensan intervenir, pero sí prestar oídos.
El grandullón y lenguaraz se cohíbe.
  - Vale. De mí no sabes nada. Pues yo a ti sí te conozco. Eres el maricón aquél que en Santander consiguió reducción de pena por chivato y… -al poco llega la imaginería -: Como sueltes alguna sandez más de mí, no habrá lámpara lo suficientemente alta donde yo no pueda colgarte del cuello.
  Todos escucharon aquella amenaza, a pesar del habla corrida. También Cañas y Clotilde, que vieron cómo aquellos ojos adquirieron un brillo y furor inauditos.
  - Porque os mato, y me quedo tan pancho. Para los restos no tendré que preocuparme del techo y la comida.
  Cañas ha participado en atracos a mano armada, en esconder y trasportar fardos de droga, en… Cosas risibles para Bienvenido: “Los drogatas son los enfermos más caros para la sociedad”.
  En su época esto eran naderías. Y como las hazañas no escritas de las cárceles las perpetúan los mismos presos para recordar por qué código se rigen… Quede constancia. ¿A que oísteis hablar de…? Pues ése es él. Bienvenido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario