lunes, 9 de abril de 2012

Fede. Israel

  A los veintiún años siguió los pasos de su hermano mayor: marchó a Israel. Domina la religión católica en la Argentina, aunque hay diversidad, él es de padres judíos, padres separados, por cierto, el padre vive con la novia, la madre con los perros, de los que son amantes. En Neoquén, cerca de Variloche, región de la Patagonia. La escala en avión se realiza de Variloche a Buenos Aires; en Buenos Aires cambias al aeropuerto internacional; de Buenos Aires a Sao Paulo; de Sao Paulo a Tel Avid. Este último viaje es el más largo, catorce horas; acostumbrado a lo sumo a pequeños aviones de recorridos internos, cuando montó aquel mastodonte se maravilló (alargar la elle al pronunciar).
  Todo judío es automáticamente nacionalizado israelita, si demuestra la ascendencia, con todos sus privilegios y todas sus obligaciones. Es obligatorio ingresar en el ejército, el hermano entró a los dieciocho, cumplió tres años y luego renovó anualmente al hacerse profesional. Él, al incorporarse más tarde, cumplió un año y siete meses. Luego todo judío está obligado a cumplir un mes al año hasta los cincuenta y cinco de edad.
  Nunca estuvo en zona conflictiva, en cambio su hermano, sí, al que pertrechaban intempestivamente para enviarlo a cazar palestinos. Él se atareó de chofer (acentuar la "e"), aunque aparte de las cabinas de los autos probó la de los calabozos, de las macanas que liaba. Contando las horas pensó si no se habría excedido lastimando las costillas a más de uno, así con esa altura imponente, esas manazas que parecen tenazas, el aspecto fiero si la ira lo inunda, la nariz haciéndole un quiebro avieso. En la época de cursar el mes anual (en que, por cierto, pagan lo que vengas cobrando en tu puesto de trabajo, y, por supuesto, este lo respetan) las macanas le suponían en castigo alargar dicho período (varias semanas, un mes, dos) y destinarlo a un paraje sórdido y desolador como pudiera ser un campo de prisioneros palestinos al filo del desierto. Formando el perímetro del amplio patio la tapia y las garitas donde ellos vigilaban con los M16 en ristre por si alguno se le ocurría saltar y probar suerte en las arenas. Estiman que cada día intentan traspasar la frontera mil palestinos forrados de bombas bajo la ropa, la mayoría de los cuales son detectados; de uno a dos consiguen entrar. Por eso la vigilancia en las ciudades las hacen soldados con el fusil colgado, imagen inquietante, coactiva, entran pausadamente en los colectivos, por ejemplo, mirando impávidamente a la gente, tropezando el arma sin querer, "perdones" los llaman, precisamente por la disculpa que emiten cuando ocurre esto último.
  Después del ejército vivió en un Kibutz, son zonas residenciales, no estaba en su caso en los asentamientos que son avanzadilla de las reclamaciones territoriales. Alternaba diariamente el trabajo y el estudio, así lo tienen organizado, dan facilidades para ello, siempre que respondas. El estudio consistía en aprender hebreo y explicarle la Torá, los rabinos son los que la enseñan, por cierto, los únicos cuyo aspecto es distinto a la indumentaria occidental que prima allí; el hábito, el gorro cónico, los bucles cayendo por los lados de la cara. El trabajo consistió en descolgarse de las fachadas sujeto por cuerdas y arnés para pintarlas, nada de andamios, las alturas eran de diez pisos, como para tener vértigo.
  Los desmanes comenzaron a desquiciar su rutina, escapadas en coche para no aparecer en días, a la playa, por ejemplo, esas playas interminables y vírgenes, de aguas cristalinas donde hacía buceo con la novia de turno. Ello le llevó a abandonar el país, por las subsecuentes sanciones o restricciones que le imponían. Ha pasado un año y, si quisiera volver, lo que no descarta, y por internet lo sopesa con la novia, cuando menos tendría que cumplir el mes de ejército que debe, por estar en el extranjero, no se lo disculpan.

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