jueves, 12 de abril de 2012

Contando nueve años murió el padre


  Contando nueve años se murió el padre. La madre se unió a un hombre descalabrado, lo cual complementaba su desfachatez y apatía. Los tres hijos los fue descuidando. Francis, hermano mayor, cobrando conciencia con los años, se sintió padre de sus hermanos, él y ella. Trabajó temprano y con el dinero los ayudó en sus estudios, comodidades, etc. Ha sido muy activo -últimamente le han ido desapareciendo los callos de las manos; siempre ha tenido-. Ha sido insistente y resuelto para encontrar siempre trabajo. De las ganancias repartía a los hermanos o sus custodios -la díscola madre, una tía, un internado...-. Luego cayó en la droga -esa evasión lúdica a la frustración, al ingente esfuerzo, para solo obtener pequeños resultados; ese recreo falaz y apetecido, que engaña de libertad ilusoria-. El hermano menor una vez, después de familiarizado ya con el consumo, le reprendió, y ello le causó estragos. Le conmovió. Entró en un centro.
  Las novias. Capítulo fundamental. Añora a la que dejó después de algunos años: su loca cabeza frente a aquella madura y bien asentada. Estudia una carrera. Ahora tiene otro novio. Se saludan como amigos. Con ella, a pesar de las numerosas discusiones -lo quería conducir por el buen camino- ha sentido más amor que con ninguna otra. Ni siquiera la que dejó preñada hace poco.
  Al anunciárselo él se desmarcó, no por cobardía, sino para digerir la noticia. Al volver a verla le anunció que había abortado. Él se molestó. Pero si no estaba cómo iba a consultarle. Fue dura la decisión. La acompañó a la clínica una amiga. Quiere sentarse a hablar sobre el tema. Después de un par de charlas, no ha vuelto a cogerle el teléfono.
  Delgado, moreno, habla isleña. Solapado pícaro hasta incomodar y tensar los nervios. Caprichoso, dominador sutil. Espoleador de irritaciones y agresividades. No rehúye entrar a discutir y pelear, aunque demora mucho, paciente, resolverse a ello. Antes ejercita otras técnicas desgastadoras. Bromas sutilmente hirientes. Con Jorge -el cordobés afincado en canarias- sostuvo varias riñas. El recíproco encrespamiento ayudó a que el otro saliera expulsado -más bien abandonara, antes de serlo-. Templó mejor sus nervios.

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